¡Vaya!, parecía que ahora por fin ibas a tener suerte. Te habías levantado de la silla para salir a dar un paseo y pensar en tus cosas, pero cuando regresas,la historia sigue atascada y no hay manera, le has dado todas las vueltas habidas y por haber. Has acudido a tu esquema e incluso has revisado a los personajes, pero no hay nada que hacer; esa página en blanco sigue precisamente así, en blanco. Entonces te preguntas..., ¿Y ahora qué? ¿Para qué tantas horas buscando información y preparando los puntos principales del argumento, aparte de los personajes? Te paras entonces a meditar sobre ello y llegas a la siguiente conclusión: Tal vez la historia que quiero contar, no es la que mis personajes desean experimentar. Sí, ya sé que puede parecer una locura, pero durante el proceso de escritura, he llegado ha comprobar cómo los personajes tienen voz propia y en ocasiones, forzarlos a seguir un determinado camino puede propiciar que la historia se detenga. Me ha ocurrido varias veces y en lo que respecta a esa novela, decidí hacer uso de un ardid; saqué al personaje conflictivo de la trama (el que no me permitía continuar), lo llevé a un momento del pasado (teniendo en cuenta que el atasco se produjo sobre el capítulo 8, lo obligué a retornar al segundo capítulo), donde se produjo una situación conflictiva que en el borrador original, dicho individuo vivió con mucho estrés y lo único que trastoqué fue, no la situación, sino la manera en la que él la vivenció. En resumen, no transformé la forma, sino el fondo. Cambié su emoción y al regresar al presente (al capítulo 8), las palabras retornaron y el contenido de la trama cobró pleno sentido. Tal vez el personaje se reveló ante mí a tiempo y el destino que le tenía deparado, sencillamente no era su destino. No lo sé en realidad, pero para mí es pura magia.
¡Compártelo en las redes sociales!