Siguiendo el caso de la desaparición de la adolescente Diana Quer en la provincia de Pontevedra y de la increíble repercusión mediática en comparación con otros casos de personas desaparecidas, me hago la pregunta de por qué los medios de información dedican más tiempo y atención a unos casos frente a otros. Y me respondo casi al mismo tiempo a mí mismo: es que todos los desaparecidos no son iguales. Existen unos de primera y otros de segunda categoría. Algo así como ocurre en esa ley hipotéticamente "igual para todos" que nos aseveraba nuestro monarca emérito a la hora de convocar a alguien al banquillo de los acusados.
En el presente caso de Diana Quer los medios se han volcado desde el minuto uno. Los múltiples ingredientes de su misteriosa desaparición eran terreno abonado para que los tertulianos televisivos de turno se lucieran en cábalas y elucubraciones: la pugna entre los padres de la joven, la ocultación de información por parte de la madre, la retirada a ésta por dictamen judicial de la custodia de su hija menor, Valeria, el último mensaje nocturno de Whatsapp de Diana a un amigo en el que le comenta que le inquieta un hombre que se ha dirigido a ella con lo de "morena, ven aquí", la ausencia de respuesta posterior a la pregunta de su amigo por la desconexión del móvil de Diana en un momento dado de la noche, la declaración del padre en la que sugiere que su hija se relacionaba con amistades "que podían estar bordeando la ley" (con lo de ambigua que resulta esta frase de por sí), la inexactitud o duda por parte de la madre acerca de qué ropa llevaba su hija el día de su desaparición, y un largo etcétera de elementos que han hecho que las diferentes vías de investigación apuntasen en los primeros momentos a una desaparición o retención involuntaria; y tras los últimos y presuntos avistamientos de la chica en calles y establecimientos cercanos a una zona concreta del Camino de Santiago junto a un individuo con acento inglés y aspecto de peregrino, seguirse la pista de una supuesta desaparición voluntaria del hogar familiar.
Este cóctel explosivo de múltiples informaciones, hechos y detalles contradictorios convierten al caso de la desaparición en un show o espectáculo mediático del que se nutren programas de televisión y radio o crónicas negras de periódicos y revistas.
¿Por qué si se producen del orden de 14.000 desapariciones al año se otorgan a unas más repercusión que a otras? La familia del desaparecido en Baiona (también en Pontevedra durante las mismas fechas que Diana) solicitaba más medios para dar con su rastro. Ningún medio informativo ha satisfecho su petición. Porque el hecho de desaparecer no es igual para todos.
En este caso se trata de una chica adolescente, de innegable atractivo y con muchas ganas de vivir la vida exhibiéndose despreocupadamente en las redes sociales. La imagen física. ¿Es quizá por eso? ¿O es más bien porque pertenece a una familia pudiente, poseedora de varias propiedades, entre ellas embarcaciones y diversas fincas?
También hemos sabido que el padre de Techi, la ex novia de Kiko Rivera, tuvo una amistad especial con la madre de Diana, y que su hija Miriam fue de las últimas en hablar con ella. Asimismo, el hermano de Miriam, Fausto, conocido como 'Tito', de 21 años y residente en un barrio residencial exclusivo de Boadilla del Monte, se lleva bien con Valeria, e incluso se comenta que pudo tener algún encuentro con la joven desaparecida hace un par de años. Todo esto envuelve y relaciona a Diana Quer con un mundo de celebrities. ¿Es quizá por ello que el caso adquiere aún más bombo y platillo mediático por sus mismos vínculos con la jet set de las exclusivas televisivas? Oropel mediático. Naftalina de sucesos.
Como en el estremecedor caso de Marta del Castillo, la sociedad española se encuentra ahora en vilo por una joven desaparecida de la que se van conociendo cada día más datos contradictorios entre sí mientras otras muchas personas no retornados a sus casas, que no son tan iguales ante la ley mediática, esperan un mínimo de cobertura para que, al menos, se comience la investigación a nivel informativo. País nada igualitario en el que vivimos. Y lamentablemente, en todos los sentidos.