El 26 de septiembre del año en curso, alrededor de 100 estudiantes normalistas de la normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, intentaron llegar a la Plaza de las Tres Garantías, ubicada en el zócalo de la ciudad de Iguala, lugar donde a las seis de la tarde, María de los Ángeles Pineda Villa rendiría su segundo informe de labores como presidenta del DIF municipal. Pineda Villa, ordena a su jefe de seguridad, comunicarse con el director de seguridad pública municipal, Felipe Flores Velázquez, diciéndole que no debía permitir que los normalistas llegaran al lugar del informe, y que implementara un operativo que detuviera su avance y los replegara.Ante las instrucciones, el jefe policiaco solicita decenas de policías municipales, con la instrucción de detener su avance; los normalistas se enfrentan a la policía y, al ser replegados se dirigen a la central de autobuses donde toman tres autobuses para regresar a Ayotzinapa.
La caravana de tres autobuses, una urvan y un chevi, marchaba sobre la avenida Juan N Álvarez rumbo a la carretera federal que comunica con Chilpancingo, les marcaron el alto, y al no detenerse, los policías municipales, dispararon contra las unidades. Al parecer recibieron órdenes directas, del presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca de escarmentarlos, los policías municipales detuvieron decenas de estudiantes y se los llevaron con rumbo desconocido. En este primer ataque directo se reportaron cinco heridos, un estudiante herido en la cabeza que murió en el transcurso de la noche, otro estudiante fue encontrado más tarde asesinado de manera horrenda, lo torturaron, le sacaron los ojos y lo desollaron del rostro; este muchacho, recién acababa de ser padre y respondía al nombre de Julio Cesar Fuentes Mondragón.
Más tarde, en la madrugada del sábado, policías, apoyados por civiles armados, interceptaron el autobús, donde viajaba el equipo de tercera división, los Avispones de Chilpancingo, venían de Iguala, después de haber ganado al equipo local; se supone, que confundieron el autobús, con el de los normalistas, impactando en el vehículo más de 400 disparos. En el ataque, que duró 20 minutos, murió el chofer del autobús, y un jugador de tan solo 15 años, de nombre David García. Sin entender la razón del ataque, gritaban a los agresores que en el autobús viajaban niños; los atacantes intentaron ingresar en el autobús sin lograrlo, de haberlo hecho, de haber ingresado al camión los criminales, la tragedia hubiera sido mucho mayor, al morir el conductor, se salió de la carretea, deteniéndose en un bordo; tras permanecer tirados en el piso por largo tiempo, decidieron salir por la ventana; una mujer que viajaba en un taxi, también murió en el lugar.A estas altura la tragedia era de gran magnitud, pero vendría lo peor, había 43 estudiantes desaparecidos, testigos presenciales dijeron que los policías se los llevó en las patrullas.
Durante días se les buscó en las colonias donde se sabía que el crimen organizado tenía casas de seguridad, soldados, voluntarios y familiares participaban en la búsqueda.
Ante la gravedad de los hechos, se detuvieron a 22 policías que revelaron haber detenido a 17 estudiantes, llevándolos a la parte alta de un cerro donde fueron ejecutados por orden del Chucky, cabecilla del grupo criminal, Guerreros Unidos. Al trasladarse al lugar indicado, autoridades y peritos, encontraron 6 fosas comunes con 28 cuerpos. Los cuerpos se encontraban calcinados, e irreconocibles. Se les había apilado sobre ramas y maderas, rociado gasolina y prendido fuego, la escena debió ser dantesca. Pero estas bestias insensibles, difícilmente tienen cerebro y sentimientos.
El alcalde de Iguala, José Luis Abarca, ante la tardía reacción de las autoridades del Estado, huyó, junto con su esposa; de quien ahora se sabe, ambos, mantenían cercana relación con el grupo criminal de los extintos Beltrán Leyva. Para llegar a candidato y posteriormente a presidente, había sobornado a perredistas.Ahora sólo resta esperar, el veredicto de los peritos, que confirmen, mediante pruebas de A D N, la identidad de los cadáveres encontrados en las fosas comunes.
Mediante una manta, el grupo delictivo, “Guerreros Unidos”, manifiesta que la guerra ya empezó, y emplaza a las autoridades a liberar a los 22 policías, o empezaría a revelar nombres de funcionarios que los apoyan en sus actividades ilícitas.