Es conocida la escasa sensibilidad y el poco tino que para cuestiones urbanísticas ha mostrado normalmente el Ayuntamiento de Madrid a lo largo de su historia. Salvo honrosas excepciones la norma a la hora de diseñar la ciudad se ha basado en el desprecio por el pasado en favor de la renovación indiscriminada, dirigida casi siempre por el afán de negocio cuando no por la ignorancia más absoluta. Los desasters urbanísticos son contínuos.
Cuando se olvida el valor histórico de los elementos –edificios, trazado urbano, mobiliario- que componen una ciudad se está dando la espalda a su pasado, la única forma de entender su presente. Los edificios con historia de una ciudad constituyen los documentos sobre los que poder recomponer con detalle la narración de su desarrollo. Solo conociendo su evolución histórica con rigor se puede renovar la ciudad de forma coherente e inteligente, adaptando lo que ya existe a lo necesariamente nuevo y manteniendo el patrimonio en perfecto estado para que nos siga hablando, desde el pasado, del presente y de cómo construir el futuro. Solo así la ciudad es comprensible y aprehensible por el ciudadano que la habita. Solo así el ciudadano puede apropiarse de la ciudad y hacerla suya. La única forma de democratizar la ciudad como espacio y territorio al que pertenecemos y que nos ha de pertenecer.
Hotel “Nueva York”, que en su planta baja albergó al “Cine Actualidades” estaba ubicado en la calle de Gran Vía, 48 con Tudescos, 3. Se demolió en los años sesenta del siglo XX para levantar una mole de hormigón y cristal derribada en 2007. “El edificio, en su día propiedad del Banco Atlántico y en la actualidad de R & A Palace Gestión S. L, albergará en un futuro próximo 150 viviendas, trás la decisión de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid, que autorizó la demolición del conjunto anterior y la posterior edificación de uno nuevo.”
Palacio de los duques de Medinaceli, construido entre 1866 y 1870 por el arquitecto puertorriqueño Mariano Andrés Avenoza y derribado en 1964.
Algunos ejemplos
Son abundantes los ejemplos contemporáneos que delatan la absoluta falta de sensibilidad e interés histórico de las diferentes composiciones que ha tenido el Ayuntamiento y que han ignorado el más elemental respeto hacia su patrimonio arquitectónico. Cito algunos: El Palacio de Medinaceli en Colón que se demolió para desarmonizar el entorno con polémico complejo; los mercados de Madrid de hierro y vidrio como el de la Cebada o el de los Mostenses; el modélico complejo de Perfumerías Gal en Argüelles; el Hotel Florida obra del arquitecto Antonio Palacios; el palacio del duque de Lerma en la calle de san Bernardo; la incomprensible demolición del barrio de Pozas; la especulativa devastación del barrio de Ciudad Lineal de Arturo Soria, esencial para entender la historia del urbanismo, no solo en Madrid; la casa del pastor; la casa de Iván de Vargas arruinada por dejación del Ayuntamiento; el palacio del marqués de Ustáriz; la corrala moderna de la calle de Fernández de la Hoz de futuro incierto; el histórico frontón “Beti-Jai”, igualmente de futuro incierto pese haber logrado cierta protección y que se encuentra recogido en la Lista Roja del Patrimonio.
Hay también un largo etcétera de construcciones mas modestas que compusieron el patrimonio histórico de muchos barrios, dando cohesión a su tejido social, que se desintegraron en los años setenta por la miope e interesada intervención de los poderes públicos. Todavía sobrevive algún ejemplo destacable de estas construcciones, si bien su futuro no es halagüeño, ya que la mentalidad apenas ha cambiado.
El frontón “Beti-Jai”, construido en 1893 por el arquitecto cántabro Joaquín Rucoba. En la actualidad se encuentra completamente abandonado y en un estado de ruina acuciante que podría acabar con su demolición.
Corrala que estuvo situada entre las calles del Rosario y San Bernabé, con entrada probablemente por la calle del Rosario número 17 o 15. El edificio se derribó a comienzos de los setenta del siglo XX.
Edificio de principios del siglo XX que ocupó una manzana en el barrio obrero de Tetuán. En 2010 se demolió para constuir un bloque de viviendas que triplicó la altura. (Foto: Enrique F. Rojo)
El caso del palacio de Sueca
Como último ejemplo quiero citar el caso del llamado palacio de Sueca, situado en el número 2 de la plaza del Duque de Alba, en el distrito Centro. Este edificio, que goza de la máxima protección histórico-artística, salta a la actualidad en 2007 ya que el Ayuntamiento de Madrid lo expropió en 1999, siendo alcalde Álvarez del Manzano, con una inquilina, con el fin de darle un uso dotacional. “En sus orígenes, en el siglo XVIII, el inmueble sirvió de escuela para los hijos de los criados del rey Carlos III. En 1791, el arquitecto Antonio de Abajo lo convirtió en una residencia para la duquesa de Sueca, esposa del primer ministro de Carlos IV, Manuel Godoy. En 1837 se convirtió el Colegio de Humanidades de Francisco Serra, y a finales del siglo XIX se transformó en un cuartel de la Guardia Civil”. (Ver El País, 22/01/2007) Luego se transfomó en viviendas donde nació y vivió toda su vida la única inquilina que quedaba, Carmen.
Palacio de Sueca en la plaza del Duque de Alba. (Foto: Enrique F. Rojo, 2007)
Dado que en ningún momento se llegó a realizar ninguna adaptación del edificio para el uso dotacional propuesto (convertirlo en sede de la Concejalía de Medio Ambiente, primero, y en pisos para jóvenes, después, y finalmente nada), el recurso puesto por los propietarios prosperó y en 2008 los jueces dictaminaron, en sentencias firmes, que la expropiación fue ilegal y que el palacio debía volver a sus antiguos dueños, exigiendo la reversión, si bien con la calificación de su primitivo uso como viviendas. Esta circunstancia permitía a la constructora propietaria hacer negocio con la propiedad que decidieron convertir en hotel. (Ver caso del Frontón Madrid ,en la misma zona, cuyo destino es el de transformarse en hotel)
El problema surgió al mantenerse el uso dotacional, lo que impedía a los propietarios convertir el palacio en hotel. Así han pasado ya quince años desde la expropiación, los seis últimos de litigios legales, mientras el edificio se deterioraba por falta de mantenimiento.
Finalmente, fallecida la última inquilina, Carmen, que siempre se negó a abandonar el palacio, en el que sobrevivía sin agua ni electricidad, el Ayuntamiento decide el derribo inminente pues “estima necesario declarar el estado de ruina física inminente parcial del edificio” y “proceder a la demolición” urgente.
Patio del palacio de Sueca completamente abandonado. (Foto: El País, 12/05/2013)
Conservar el patrimonio histórico urbano
La conservación del patrimonio histórico urbano permite la comprensión de las relaciones sociales complejas que se han producido a lo largo del tiempo y que tienen su reflejo más visible en las tipologías arquitectónicas distintas. Conocer esta diversidad, respetándola, obliga a realizar un esfuerzo que lleve a la armonía entre la pluralidad de formas para que estas que terminen confluyendo. De esta manera acabamos comprendiendo, inevitablemente, el valor y el significado de la diversidad, lo que se puede extrapolar a nivel social a fomentar el respeto y la convivencia fluida entre los ciudadanos.
Sin embargo, parece que la sociedad contemporánea tiende a convertir en viejo e inservible todo elemento incapaz de producir según los términos del economicismo imperante. Dejando de lado la historia.
Los poderes públicos y en este caso el Ayuntamiento de Madrid, en su deseo de modernizar la ciudad pretende superar el pasado enterrándolo. El Ayuntamiento, en su falta de atención ante los casos de flagrante abuso particular con fines especulativos -fomentando incluso estas conductas-, permite la ruina, eliminación o transformación arbitraria de edificios históricos, facilitando la desaparición del patrimonio ciudadano y de la memoria visual en favor de intervenciones casi siempre discutibles.
No parece legítimo ni verosimil hacer dejación de responsabilidades escudándose en la falta de recursos o en condicionantes legales, cuando es sabido que en situaciones similares, habiendo recursos suficientes y con plenitud de poderes para intervenir, se ha permitido la ruina, la recalificación de uso y el derribo arbitrario de gran cantidad de edificaciones que se podrían haber conservado. Ante tanto desastre urbanístico solo hay un único responsable.