Desayunar en Alemania es un placer. Aquí se lo toman en serio. Sobre todo los fines de semana. Los sábados y los domingos las panaderías no dan abasto. El Brunch es el acontecimiento social más esperado durante toda la semana.
Mientras en España se disfruta la noche -hay más tráfico en la Gran Vía de Madrid un viernes a las cinco de la mañana, que a las cinco de la tarde- en Alemania es costumbre aprovechar los festivos para salir a la calle con legañas en busca de pan recién hecho.
Hay panecillos o Brötchen de pipas de girasol y de calabaza, semillas de sésamo y amapolas, de cinco cereales, centeno, espelta, con aceitunas, nueces, cebolla, masa de patata o zanahorias, suma y sigue, sin mencionar los croissants, bizcochos de ciruela, muffins, bombas de nata, berlinesas rellenas de crema o mermelada de frambuesa, y otras exquisiteces compañeras de vitrina.
Una vez comprado el pan viene el ritual de cocer los huevos tres minutos, ni un segundo más ni uno menos, para dejar la yema líquida, o hacerlos revueltos con cebollino, mientras se va poniendo sobre la mesa el resto del desayuno: fiambres -mortadela, jamón de york, de parma, serrano a veces ¡hasta cecina!-, quesos -gorgonzola, requesón, gouda, emmental, gruyer-, ahumados -salmón y anguila-, ensaladas -las más típicas: la caprese y la krabbensalat -una ensalada de camarones chiquitines del mar del norte bañados en yogurt-, mermeladas de vallas y nutella, la nocilla alemana.
La cultura del brunch es clave en su gastronomía. En todas las ciudades encontraréis cafeterías donde daros un festín. Los que más conozco son los de Hamburgo. Recomiendo el Café Leinpfad junto al lago Alster, desde el que podéis tirar miguitas de pan a los cisnes, el TH2 por su creatividad, Omas Apotheke por su ambiente familiar (traducido: la botica de la abuela), y cualquier cafetería de la cadena Aran sobre todo si sois un grupo grande de amigos.
Lo de desayunar tarde y abundante es especial. Apetece escuchar, explicarse sin prisas. Cuando regreséis de las vacaciones estaréis más enganchados al brunch que las protagonistas de Sexo en Nueva York. Y os daréis cuenta de cómo de cañas nos interrumpimos a trompicones para pedir otra ronda o más aceitunas, y las conversaciones, alegres y ligeras, se desvanecen cada dos por tres, mientras los brunch son más íntimos, más como estar en casa recién levantado, tan agustito. ¿Es mejor el brunch que el vermú? No lo sé. A veces en Aran pido aceitunas.
publicado el 16 abril a las 17:12
porfa necesito que me ayuden con un desayuno continental pero q no sea tan comun para mi clase de gastronomía gracias.