Revista Diario
En el curso pasado el colegio de mi hijo se sumo a la moda de los Desayunos Saludables. Sabía que en muchos colegios era una práctica habitual, pero confieso que no me gustó mucho la idea de incorporarlo a nuestra rutina.
La dinámica es sencilla, te entregan un calendario semanal de propuestas para que los niños traigan a la hora del recreo. El nuestro es el siguiente:
Lunes: fruta o zumo.
Martes: bocadillo o sándwich variado.
Miércoles: lácteos.
Jueves: bocadillo o sándwich variado.
Viernes: galletas y zumo.
He de decir que no me gusta la propuesta porque condiciona no sólo a los niños sino también a las familias. No es tan fácil conseguir que un niño de 7 años coma algo tan preestablecido en la media hora de recreo disponible. El descanso es de treinta minutos y como podréis suponer ellos están deseando salir al patio a jugar. ¿Adivináis donde van algunos de los bocadillos de martes y jueves?, ¿o qué pasa con el plátano del lunes?, ¿o con esa manzana pelada y ya oxidada a la hora que salen a jugar?
Mi hijo come variado y quiero creer que sano pero me resulta complicado cumplir con este calendario de desayunos. Por ejemplo, el lunes tenemos fruta. En el colegio de Rayo hay jornada intensiva con lo que una pieza de fruta les sabe a poco a algunos niños. Sin contar con que no es fácil elegir aquella fruta que aguante bien. Los plátanos acaban poniéndose negros en la mochila y acaban tirándolos. La fruta pelada y cortada acaba oxidada y en la misma papelera. No todos los niños gustan de comerse fruta a bocados. En nuestro caso, algunos días se lleva una manzana entera, pero me confiesa que la mitad no se la come porque ¡quiere irse a jugar! Rayo come muy bien la fruta pero le gusta tomarla después de las comidas o como complemento de la merienda, en las mañanas no es muy frutero.
Los martes y jueves tenemos bocadillo o sándwich. Estamos en las mismas. A veces se lo ha comido, pero muchos días me ha traído medio bocata a casa porque o ya no tenía más hambre o bien estaba pendiente del juego y los amigos.
Los miércoles tenemos lácteos. Aquí sin problemas, una bebida láctea es fácil de encontrar en el mercado y supone una opción cómoda y rápida para los pequeños.
Y los viernes tenemos galletas y zumo. Obviamente es su día preferido, raro es el niño que no acepta unas galletas. Aunque el zumo podemos obviarlo, los pediatras están hartos de repetirnos que hay que limitar su consumo por el alto contenido en azúcares. Con lo que incluirlo en una lista de desayunos saludables clama al cielo.
Al final el calendario ha ido a parar a la papelera, porque la mitad de los días mi hijo no tomaba un tentempié en condiciones a la hora del recreo. Comprendo que desde el colegio quieran orientar o sugerir cómo mejorar la alimentación de nuestros hijos (a aquellas familias que lo necesiten), pero en nuestro caso lo único que ha hecho ha sido entorpecer y hacer que el niño coma peor. Además considero que no se respeta una máxima básica: cada niño es diferente y como tal tiene unos gustos o preferencias. Sí, a mi hijo le gusta la fruta por ejemplo y la come, pero no por las mañanas. Sí, come buenos bocadillos pero mejor por la tarde. Creo que es importante tener esto en cuenta y por eso creo que establecer estos desayunos no es una buena idea.
Así que Rayo lleva al colegio desayunos que sí come: galletas o barritas de cereales, lácteos, tortas de maíz o arroz, bollería casera, mandarinas (ahora que estamos en temporada, es una fruta muy cómoda para ellos que casi siempre gusta). No se trata de que quiera yo incumplir las pautas o normas dadas por el colegio. Simplemente sino se adaptan al bienestar de mi hijo, no me parece bien seguir con ello.
¿Qué opináis de los desayunos saludables? ¿En el colegio de vuestros hijos siguen esta moda? ¿Los cumplís?