Aun los mancebos se fatigan y se cansan,
y los jóvenes tropiezan y vacilan,
pero los que esperan en el Señor
renovarán sus fuerzas;
se remontarán con alas como las águilas,
correrán y no se cansarán,
caminarán y no se fatigarán.
Isaías 40:30-31
Este versículo es hermoso, nos habla de como estamos llamados a esperar en el Señor cuando ya no tenemos más fuerzas, cuando ya no podemos dar más y el pasaje a simple vista ofrece algo muy hermoso: renovar nuestras fuerzas, pero ¿no fueron nuestras fuerzas precisamente las que nos metieron en problemas? ¿No es por esto que no podemos hacer nada más que esperar en el Señor, porque nuestras fuerzas probaron ser inútiles ante la situación?
Resulta que la palabra para renovar bien podría ser traducida “cambiar” y cuando utilizamos dicha palabra el pasaje adquiere un valor aún más hermoso y entendemos su pleno significado, bien podríamos decir “pero los que esperan en el Señor cambiaran sus fuerzas“, y es aquí donde verdaderamente todo cobra sentido, ya no se trata de ir donde Dios para que renueve mis fuerzas, se trata de que mi propia fuerza ha demostrado ser tan inútil para esta situación, que necesito la fuerza de Él.
No quiero que Dios renueve mis fuerzas, necesito una fuente nueva de la cual sacar y es ahí donde Dios entra a cambiar mis fuerzas y colocar las de Él en mi, no quiero que renueves mis métodos y recursos Padre, quiero que coloques tus fuerzas en mi, tu manera de hacer las cosas en mi, porque cuando hacemos ese intercambio de fuerzas, ya no actuó en base a mi propia prudencia, sacando de mi propia fuerza, pero actuó descansando en ti, son tus fuerzas las que me pueden llevar a remontarme con alas como las águilas, a correr y no cansarme, a caminar y no fatigarme.
Lo que necesitamos no son más fuerzas humanas, lo que necesitamos es un cambio de fuerzas y que sea la fuerza divina EN nosotros.
¡Dios te bendiga!