Tal y como uno es, así es el mundo que percibe. No necesariamente quiere eso decir que el mundo en sí sea un resultado de la forma en que se mira, la consecuencia, pues, de un delirio. Más a menudo parece ser que de lo que se trata es de que el mundo, el mundo en sí, es poliédrico, y llegamos a percibirlo a través de los anteojos de nuestras predisposiciones, que encogen el campo de lo percibido hasta el punto de que solo llegamos a comprender la porción de mundo que encaja en la hornacina de nuestra forma de mirar. El mundo que percibió y llegó a comprender René Descartes (1596-1650) era real (sin perjuicio de que otros, incluso contrapuestos, lo sean también). Tan real que nuestra civilización ha ido discurriendo en gran medida por el cauce que él abrió con su forma de mirar. Pero sorprende la manera en que esa perspectiva suya quedó determinada por las circunstancias que fueron conformando su vida ya desde su más tierna infancia, de modo que casi parecería que su filosofía no es sino su vida narrada en lenguaje cifrado. Veámoslo.
![Descartes: cómo la vida lleva hasta la filosofía Descartes: cómo la vida lleva hasta la filosofía](https://m1.paperblog.com/i/456/4565378/descartes-como-vida-lleva-filosofia-L-2XJlFS.jpeg)