Le disparo en el pecho. El estampido rodó en el aire vació para salir proyectado en un eco hacia la oscuridad agonizante.
Se tambaleo hacia atrás con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le atragantaron. Dio un traspié solo para deslizarse hasta el suelo.
En un segundo se precipito al vació. Se oyó el sonido del cuerpo al golpearse contra el duro suelo. Reboto y quedo tendido de espaldas.
Pitufo se sentó en el suelo, soltó la pistola que cayo con un traqueteo metálico, se sentía agotado. Viejo y cansado pensó. Moribundo para ser más realista.
Se llevo la mano al bolsillo y saco un frasco de pastillas. Se las quedo mirando por un momento. Pensaba en lo raro que era que durante esa noche no había sentido ni la menor punzada de dolor.
Pitufina le miraba, sabia que la enfermedad de él era tímida ademas de traicionera como el pitufo al que acababan de matar.
De pronto Pitufo, de un solo golpe, vació el contenido del frasco en su boca. Se obligo a tragarlo.
Por fin supo que ella seria libre. Esto le infundio una cálida sensación que le pareció sorprendentemente confortable. Aspiro profundamente, el aire se le antojo fresco y agradable.
Se recostó en el suelo con la mirada fija en el sol naciente. Solo le quedaba esperar pacientemente a que su vieja compañera le encontrara.
Pitufina veía como la muerte lo envolvía con ternura...