Existe una enorme confusión acerca del fenómeno de los Estados en crisis. Hay una diversidad conceptual y terminológica que impide acertar el verdadero alcance del significado. Todas las denominaciones para definir a cualquier acontecimiento que surje en nuestra civilización viene precedida de un juicio etnocentrista y eurocentrista que acaba siendo un juicio subjetivo hacía países periféricos, en cierto modo, como si se tratara de un Tribunal, de un juez supremo con poder divino para poder sentenciar al resto del mundo al margen de una concepción universalista de la justicia.
Esas sociedades menos favorecidas por el desarrollo y la evolución de la historia se fueron debilitando por un poder ejercido sobre ellas y que ha perdurado en todas sus formas: el colonialismo.
El colonialismo económico ha sido el elemento que ha permitido que estos países permanecieran sojuzgados por el etnocentrismo y el eurocentrismo que han dominado el mundo hasta nuestros días.
Hoy, los Estados están en crisis, hay signos anunciadores del final del Estado que sería sustituido por una gobernanza mundial basada en la primacía de la sociedad civil sobre las instituciones y, aunque el Estado ha sido una forma de organización política nunca superada, de nuevo aparece el colonialismo económico como elemento destructor de la base del sistema internacional.
El Estado, a pesar del poder que concentra en base a ciertos atributos empíricos que serían la población, el territorio, un poder político que se ejerce sobre esa población y territorio y que tiene el monopolio del uso de la violencia física legitima, adopta por el contrario unos resortes muy débiles para administrar quien controla sus instituciones, quien accede a ellas y como consecuencia, el uso que de ellas se hace por quienes temporalmente las ocupan.
Los partidos políticos, como instrumentos que canalizan la participación de los ciudadanos en el proceso democrático han pasado de ser élites dirigentes a élites dirigidas. Están cada vez más pendientes de lo que formulan sus representados y han hecho que la política no sea ya omnicomprensíva sino que se articule en torno a cuestiones concretas, han hecho más compleja la política desde el punto de vista de la participación ciudadana.
Todo ello conduce a un deterioro de la calidad del sistema democrático que, sin duda empieza por degradar a sus instituciones y con ello a la legitimidad de las mismas. Hasta que ese cáncer corroe a todo el sistema produciendo una descomposición institucional y la quiebra de la legitimidad que no se ha sabido controlar porque nadie quiso estirpar el origen del mal que contagió a todo el sistema: Los partidos políticos cuya volatibilidad se empieza a explicar por su falso funcionamiento democrático de los que han salido las élites que gobernaban el país con la impunida de un sultanato.
El Estado en su colapso democrático intenta salvar los muebles como un engranaje de relojería, todas sus instituciones, asociaciones, entidades etc… de carácter económico, político y mediático en una estrategia para evitar el naufragio, utilizan el engaño como arma masiva para evitar el levantamiento de los ciudadanos que ven como no hay posibilidad alguna de que un cúmulo de intereses indeseables que protegen a la casta política y financiera no tengan la capacidad de actuar contra los verdaderos culpables de la crisis o lo que es lo mismo, contra ellos mismos.
El mecanismo del engaño solo les aporta tiempo a la vez que distanciamiento de los ciudadanos, pero el tiempo sólo es un elemento positivo cuando se tiene una solución que tarde o temprano llegaría, no cuando ese mismo elemento sirve como salvavidas para unos y una pesada losa para otros para los que el tiempo corre en su contra, pues cada día que pasa sin tomar medidas excepcionales contra el propio territorio político es tiempo que acabaremos pagando los ciudadanos.
A lo largo de la historia, sólo las revoluciones han marcado un punto de inflexión, un antes y un después, una ruptura con el orden establecido. Jamás aquellos que llevaron al país a la ruina, que lo saquearon, lo esquilmaron e hicieron pagar a sus ciudadanos por ello, fueron los encargados por la voluntad popular de ponerse al frente para solucionar las cosas. Hoy vivimos momentos de ruptura, el sistema está en decadencia, su descomposición es patente y cuando un Estado sólo se mantiene mediante el engaño es que ha quebrado la legitimidad y está presente el tirano en su forma más perversa, utilizando el disfraz democrático.
Un gobierno que es elegido mediante el engaño, sin hacer saber a sus ciudadanos que el Estado y sus instituciones están quebradas y que los paganos serán los ciudadanos, es un gobierno corrupto de un régimen corrupto que sigue permitiendo que los corruptos sigan siendo los privilegiados mientras se piden más sacrificios a los ciudadanos. Si no hay legitimidad no hay democracia y cuando no hay democracia, a los ciudadanos les asiste el derecho y la obligación de rebelarse.
Y recordad, que contra la voluntad popular no ha habido, ni hay, ni habrá, poder a lo largo de la historia capaz de hacerla sucumbir. Ejemplos recientes tenemos que nos sirven de aviso de que la voluntad popular es el arma de los ciudadanos que ven peligrar sus democracias, es el arma a utilizar hasta la victoria final.
Carlos RH
Revista Opinión
Sus últimos artículos
-
El fracaso de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, otro desastre de los políticos españoles
-
El gran problema de España no es Sánchez sino el PSOE
-
La DANA de Valencia es el más miserable fracaso de los políticos españoles en muchos siglos
-
El triste fracaso del sanchismo deja una España gravemente enferma