Todavía no logro explicarme como pude seguir la jornada después de aquello. Sí, tendría que estar habituada, en mi trabajo se ve de todo y de todo color. Pero lo que me sucedió con esa pareja no estaba en ninguna gama del arco iris, os lo aseguro.
Vinieron a media mañana, más o menos después de mi desayuno que solía ser entre las diez y media y las once si no tenía antes otro tipo de obligaciones, y se dirigieron a mí con la palabra socorro claramente reflejada en sus rostros. Mi cerebro antes del correspondiente: buenos días, en qué puedo ayudarles, comenzó a divagar, ¿qué les pasará para venir aquí con tanto nerviosismo? Ni os imagináis el sinfín de despropósitos que me vinieron a la mente en tan poco espacio de tiempo porque, como ya digo, sus caras no reflejaban precisamente un premio de la lotería, para que podáis entenderme.
Pero bien, decidí dejar de lado mis tenebrosos pensamientos y optar por lo más fácil, preguntar.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? Ah, por cierto, tomen asiento.
-Muchas gracias, -dijo el hombre- -La verdad es que no sé por dónde empezar. Ni siquiera sabemos si hemos venido al lugar correcto, ¿verdad Amanda?
-Cierto Lucas, cierto. Bien, en realidad sí lo sabemos.
-Ustedes dirán entonces -les animé a continuar- ¿Qué les ha traído hasta aquí? Y sosiéguense por favor, aquí no mordemos a nadie.
-No, claro que no, solo a quienes lo merecen. Y nosotros lo mereceremos muy pronto. -Habló el tal Lucas.
-¿Perdón? Disculpe, pero no le comprendo. -Sus palabras confieso que me sonaban un tanto amenazantes, y mirándole a los ojos percibí un cambio de rictus que no me gustó en absoluto -¿Qué ha querido decir con eso? -Mis compañeras de oficina, cual altavoces en estéreo, se encontraban afanadas en sus teclados y al mismo tiempo no perdiendo detalle de lo que pasaba a mi alrededor.
-Venimos a informar de un asesinato que se producirá muy pronto. -Habló esta vez la mujer.
-Esto es una broma, ¿verdad? Bien, y según ustedes, ¿cuándo se supone que se cometerá tal atrocidad? Y, ya puestos, si me pudieran decir quién o quiénes y contra quién o quiénes me harían un gran favor. Total, ahora que han llegado hasta aquí me pueden facilitar la información completa -comenté decidiendo seguir la broma, puesto que no podía tratarse más que de eso.
-Le aconsejo, por su propio bien, que tome en serio nuestras palabras. Sabemos de qué estamos hablando. -Dijo el hombre fijando sus ojos en los míos.
-Así es, – replicó la mujer, -Y lo sabemos por la sencilla razón de que los asesinos somos nosotros y las personas que vamos a matar son muy cercanas a ustedes. Naturalmente ya lo hemos dejado todo preparado para evitar contratiempos. Esto también va por ustedes señoritas. -Dijo dirigiéndose a mis dos compañeras con tono amenazante. Querido, será mejor que se lo expliques tú que se te dan mejor estas cosas.
-Como prefieras querida. Hace un par de años operaron a nuestro hermano de una simple apendicitis. La cosa se complicó por culpa de una negligencia médica abismal, que ahora no viene al caso (baste saber que por culpa de ella le quedan pocos meses de vida). Estuvimos meses detrás de denuncias, demandas y demás burocracias con la finalidad, no de que salven a Tomás, eso es imposible, sino de que en cierta forma tomen conciencia de que la salud no se debe tomar como un juego. Finalmente nadie nos ha dado la razón, pero Tomás tendrá su justicia. En unos días ese médico morirá, esas enfermeras morirán, esos abogados morirán, ese juez morirá, ese fiscal morirán. Todos morirán, así como también lo harán quienes intenten hacer algo al respecto, supongo que entienden mis últimas palabras. Me pregunto si aprecian más la vida de los demás o las suyas propias. Que tenga un buen día. Vámonos Amanda.
Y se marcharon del despacho dejándonos a mis compañeras y a una servidora totalmente desconcertadas.
FIN