Me caí de culo al río. Fue hace cuatro días, a 2.100 metros de altitud. Iba a poner a refrescar una sidra, y al final con mi resbalón ofrecí todo un espectáculo a cámara lenta ante el jolgorio familiar y mi maltrecho trasero. Me tocó hacer nudismo momentáneo mientras se me secaba la ropa. Aún no sé cómo salvé del chapuzón la mochila y el móvil en mi bolsillo. Ya tenemos anécdota para la posteridad de mi cumpleaños de este verano.
Lo cierto es que no ha habido
motín a bordo estas vacaciones. Todo lo contrario. La juventud ha valorado esta escapada familiar como la mejor que hemos tenido. Ha ayudado mucho el maravilloso entorno de los Pirineos de Andorra, sus maravillosos lagos y sus paisajes de ensueño. También los reducidos precios que Mey encontró. Por supuesto, el hecho de que, salvo una, las excursiones no hayan sido titánicas, y les hayan permitido disfrutar del baloncesto por las tardes tras la caminata. Y probablemente también, que les ofreciéramos la oportunidad de organizar ellos las vacaciones con unas premisas dadas en cuanto a presupuesto y zona aproximada en nuestra ruta hacia la bisabuela. Declinaron la oferta, pero quizás les ayudó a tomar conciencia de la dificultad de cuadrar tantas variables para que todo salga bien. Y ha salido muy bien.Nuestra escapada familiar de una semana los cinco juntos es toda una tradición para nosotros. Y este año tenía un significado especial, entre la llegada de Samuel y la marcha de Pablo. Con estas edades y sus agendas, siempre tienes la duda de si será la última escapada juntos, o si en la siguiente tocará traerse novias o novios para contentar al respetable. Lo cierto es que han sido unos días inolvidables. Los dos mayores han hecho "piña" como no recuerdo haberlos visto. La experiencia americana, para lo bueno y lo malo, les ha unido aún más. Y han pasado horas hablando de la NBA, de sus youtubers favoritos, de anécdotas yankis, ¡y de Física! Daba gusto verlos charlar ya hechos unos hombres, y con tantas vivencias apasionantes a punto de desplegarse en los próximos meses. ¿Quién tuviera dieciséis años para vivir eso? Por suerte lo vivimos a través de sus ojos, casi en primera persona.La pequeña también ha disfrutado de lo lindo. Casi siempre llegando la primera en cada etapa, y siendo la única de la familia en tener las agallas de zambullirse en las gélidas aguas de cada lago que visitábamos. Por supuesto codeándose con los mayores en el baloncesto, ¡y eso que ya hay nivel! Llama a martillazos a la puerta de los adultos, desde su preadolescencia. Y a veces eso supone un pequeño guirigay, que suele acabar con un abrazo y una petición de disculpas. Cosas de la edad y de las hormonas.
Chapuzón de Eva en el Lago de Juclar
Nos encantan estos días de desconexión absoluta de todo y de todos porque suponen salir de nuestras zonas de confort. Las largas ascensiones pirenaicas ayudan a quemar adrenalina y energía, y a poner a prueba los límites de nuestras fuerzas. Pero sobre todo, permiten sacar de nosotros una versión distinta. Una versión menos identificada con los roles que solemos acuñar en nuestra vida habitual: el de padre o madre, el de hijo o hija, el de funcionario, el de "empollón/a", el de "rarito", vegetariano o "perroflauta"...Permiten quitarnos capas de cebolla. Esas que están cargadas de pensamientos, de sentimientos, de sensaciones, y con las que nos acabamos identificando en el día a día. Como si fuéramos simplemente esos pobres pensamientos que nos rondan en la mente, una y otra vez con un "run-run" incesante. Como si fuéramos sólo esos sentimientos que nos envuelven durante largas temporadas, convirtiéndonos en falsas víctimas de la vida, o en triunfadores de "mentirijilla". Por fortuna, somos mucho más que eso. Y es necesario buscar espacios y tiempo para ponerse delante de un espejo imaginario en el que observarse. Simplemente observar. Sin juzgar. Y darse cuenta así de que en esa posición de observador es donde se encuentra el equilibrio. Lejos de roles, de interpretaciones, y de identificaciones, que no hacen sino alejarnos de la verdadera esencia de la vida.Han sido días de hablar mucho con los hijos sobre el ego. Sobre el sentido de la vida. Sobre los roles y los papeles que desempeñamos en esta función que a cada uno nos ha tocado. Los hijos demandan respuestas, y la televisión, internet o los colegas sólo les van a dar unas muy desenfocadas, cuando no abiertamente erróneas. Por eso toca volver a la esencia en estos días de huida del mundanal ruido.
La bisabuela, esta mañana, en su huerto.
Ahora estamos en Francia, en casa de la bisabuela. Veníamos tras un buen susto por su salud hace unos días. Pero juzgando por cómo cuidaba el huerto esta mañana, agachada con su muleta, me parece que hay bisabuela para rato, por muchos 98 años que vaya a cumplir. Siempre tenemos la sensación de que estos días nos permiten conectar con el verdadero sentido de la vida. Y probablemente sea porque como se dice en el zen, la vida no va de buscar la verdad, sino de dejar de abrigar opiniones, e identificarnos con ellas. Seguiremos, pues, con esos "deberes" vacacionales.