Disfrutaba de un momento con mi hija, contenta porque ella salió feliz del colegio. Estaba con la imagen de juventud a flor de piel, hasta que me llegó una pregunta inesperada
Está claro que la energía que tenía cuando nació mi primer hijo no es la misma que la que tengo ahora con la pequeña. Entre ellos se llevan ocho años. Con el mayor jugábamos a la lucha porque todos éramos más jóvenes. La princesa ya nos encontró con menos paciencia. Intentamos poner actitud y mucho juego. Por suerte están los hermanos, a quienes la energía les sobra y pueden correr por toda la casa a su hermanita preferida.
Hace poco, ya con los chicos más grandes, encontré los tiempos para empezar a cuidarme un poco más. Arranqué con hobbies, empecé a correr, a cuidarme. El tiempo es finito y ahora que ellos son más autónomos yo también puedo serlo. Mi hijo mayor tiene doce años. Me cuesta hasta imaginarme ser mamá de un adolescente de quince. ¿Qué se sentirá cuando tu hijo es más alto que vos? ¿Qué sensaciones nuevas se vivirán cuando llegue con su primera novia? Todo eso está en mi mente. Son preocupaciones de madre.
Hace muy poco, estaba con la más pequeña en un café, esperando a los hermanos. Ese día en particular estaba maquillada y arreglada, ya que venía de un evento. Me había tomado el día con calma y me sentía contenta. Busqué a la menor y me pareció que era un día para regalarnos un momento a solas con una rica merienda. Y ahí estaba yo, jugando con ella, que por alguna coincidencia divina también estaba de buen humor cuando llegó la pregunta inesperada.
En la otra mesa había un señor. Tendría unos sesenta años. Buen porte, educado, con buenos tratos, actitudes que hoy en día no son poca cosa. Pude ver que me miró al entrar y le sonrió a la princesa. Nosotras estábamos a pura charla hasta que el señor se animó a preguntarme: “Pero qué linda nena, ¿es su nieta?”. Sin poder creer lo que escuchaba, le devolví una mirada fría y le respondí un sincero y rotundo “no, señor, es mi hija”.
Tengo más de cuarenta años, sé que muchas mujeres a mi edad ya son abuelas. Pero no es el caso. Yo no estoy preparada bajo ningún concepto para recibir este título. Todavía me falta el tiempo entre que los hijos crecen y llegan los nietos.
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