Esta época cuasi conventual nos ha descosido. Costumbres, horarios, roce, aficiones, trabajo, estudios y hasta modos de enfocar la vida, con el positivismo de valorar vivienda y seres queridos como auténtico hogar. Comodidad o carencia que ahora apreciamos y añoranza como enseñanzas de esta etapa de recogimiento y reflexión por las relevancias de un espacio adecuado donde pasamos al menos un tercio de nuestra vida y de quienes nos acompañan siempre.
Pero hay otros descosíos que pueden hacer más o menos pasable el mal trago si se les echa humor, lo que no deja de ser un consuelo inteligente en cualquier crisis por aquello de la buena cara al mal tiempo.
Por ejemplo, que haya un individuo que ha llegado a ministro de España haciendo oes con canutos. España es el segundo país del mundo en importancia como destino turístico, con muy poco trecho hasta los ochenta y nueve millones de Francia, que es el primero, y algo tendrá que ver la encomiable labor de quienes se han dedicado desde hace más de medio siglo a imaginar, emprender y trabajar en el sector para poner a España en tan relevante escaparate. Pues bien, el nenico Garzón — le saco algunos decenios—, dice que el turismo español aporta poco valor añadido. Y justifica tal disparate alegando que es una actividad estacional que genera precariedad. Pero vamos a ver, mindango, ¿no crees que desde tu ilustre poltrona deberías hacer el esfuerzo empático de ponerte en el lugar de los empresarios y trabajadores del sector turístico para ver cómo potenciar su actividad generando ideas y proyectos que superen sus puntos débiles, ayudándoles, en lugar de ponerles piedras en el camino? ¿Qué no entendiste en tus estudios económicos para ningunear a una actividad productiva que genera el trece por ciento del PIB de España y ocupa a tres millones de trabajadores? Quizás sea pedirle demasiado a quien por arruinar su partido tuvo que recoger el rabo sin vergüenza para refugiarse en otro.Otro roto es el Barça de Bartomeu. Para soslayar el desastre institucional al que ha conducido a un club que lo supera en todos los sentidos, lleva meses anunciando fichajes, como hizo en verano con el asunto Neymar. Y así se habla más de Lautaro o de Pjanic, como nuevos, y de Vidal, Arthur o Rakitic como salientes y pone sordina a sus desvaríos. Vamos a ver, figura, ¿no crees que tanto tejemaneje puede desequilibrar el estatus del vestuario en puertas de jugarte la Liga? Pero claro, tampoco le podemos pedir peras a un tormo que ha jugado con entrenadores, futbolistas y exjugadores como si de un monopoly se tratase su gestión presidencial. Así que tampoco extraña que su último fichaje, Setién, ande llorando por las esquinas porque, según asegura, la norma de los cinco cambios puede perjudicarles por su forma de juego. Y lo argumenta con que los últimos minutos son decisivos para que su equipo gane y si los rivales sacan a cuatro o cinco de refresco les pueden quitar esa ventaja competitiva. De locos, porque no es así desde que Messi es Messi y, además, la misma ventaja tendrá él mismo con más cambios. Si su juego se basa en una plantilla de más calidad, dispondrá de mejores aportes en todo momento; ¿o no, campeón? Me da que empiezan a perder una liga que tenían a mano.Con esos malos ejemplos, solo asumibles desde la ironía, llegamos al peor descosío, que no es ninguna broma: la crispación instalada en una parte considerable de españoles. Una agria división entre detractores y defensores, aunque algunos como simples émulos de consignas tan interesadas como ajenas y otros con la boca pequeña, del engendro que supone un Gobierno legítimo aun difícil de entender, formado por socialdemócratas, contrastados constitucionalistas desde la Transición; neocomunistas, liberticidas y extremistas contrarios al humanismo cristiano occidental y a la España tradicional por convicción; e independientes de vocación europeísta y hasta tecnócrata con alguna sombra como la reciente de Marlaska, amalgamados desde la resiliencia voluntarista con tintes mesiánicos del Sánchez que los preside. Y siendo sangrante tanto extremismo, que parecía afortunadamente superado hacía años, es más doloroso comprobar la animadversión que provoca en viejos amigos. Si el hogar común debiera ser España y la amistad uno de nuestros más preciados pilares, tanto descosío causa una inmensa preocupación. E íntima desesperanza, que es peor.Casi parafraseando a Anguita —DEP—, a quien rindo tributo de manifiesta honestidad, malditos sean ese descosío y quienes lo provocan.