Es agosto, muchos veranean y tienen tiempo libre. ¿A quién le apetece salir, disfrutar de la naturaleza y del buen tiempo, charlar con amigos, tomar un refresco o unas cañas cuando puede quedarse en casa viendo una película? Ya. A mí tampoco. Pero… ¿Qué decir de las sobremesas hipercalóricas sin nada que ver? ¿Y de las visitas que nunca callan? Acércate a la videoteca más próxima, pon una película de nuestra selección y di que tiene mensaje ecológico; ya verás cómo, en un solo movimiento estratega ni que firmado por Fischer, tu cabeza inquieta se refrescará y echarás a los pesados de los Gutiérrez; doble disfrute, máxima absorción. Viva el séptimo arte directo a la yugular.
Allá van nuestras tres primeras sugerencias.
Naves misteriosas (Silent Running, 1972)
Cómo se cocina: Se toma una parte de Alien el octavo pasajero; una porción de 2001 una odisea en el espacio… se encarga el guión al padre Mundina y se adereza con música de Joan Baez. Eh… no sé cómo lo he hecho, pero así explicado, es más apetecible ir al dentista que ver esta película. Volvemos a empezar: Naves misteriosas -¿quién demonios tradujo Silent running?-, es un film con buenos efectos especiales y una producción impecable que no ha perdido calidad, a pesar de que hayan transcurrido casi cuatro décadas desde que se filmó… de hecho: su mensaje ecológico es tan actual que da miedo.
La sinopsis, contada a grandes rasgos para no destripar el film estilo Wikipedia: En el futuro, una suerte de jardineros espaciales se encargan de gigantescos invernaderos (eh… ¿naves misteriosas?) a la espera de repoblar la maltrecha Tierra. Un día, reciben la orden de destruirlo todo y regresar a la base…
Dos cosas: 1 – Si sois de lágrima fácil, preparad el moquero. 2 – Enviad una copia a las oficinas centrales de BP, para que empiecen a financiar invernaderos espaciales.
La selva esmeralda (The emerald forest, 1985)
¿Aún no la has visto? ¡Tú si que has vivido en una selva! La han repuesto en todas las cadenas millones de veces -dos millones menos que Solo en casa-. La selva esmeralda (bien por el traductor: no confundió ácido lisérgico y aspirina) es una digna película a pesar de estar “basada en hechos reales”. Como suele ocurrir en estos casos, los hechos reales están tomados por los pelos -de las pestañas-, porque lo único verdaderamente real del film es la deforestación de la amazonia… pero -miremos el lado positivo- tras mensaje misticista y obviar que el gobierno brasileño es el primer responsable de destruir su propio ecosistema, el mensaje cala. No creemos que ningún niño/preadolescente en el planeta sea capaz de ver este cuento selvático con moraleja sin volverse un poco ecologista y muy anti-pueblo-termita. ¡A mí me pasó!
El argumento es el siguiente (copiado de Film Affinity. Por una vez dejemos a los que saben): “Narra la historia de un niño, hijo de un ingeniero americano que está construyendo una presa en la selva amazónica, que desaparece en la jungla sin dejar rastro. Convencido de que ha sido raptado por una tribu indígena y de que sigue vivo, su padre le busca durante años.”. Un niño rubio y alto entre aborígenes morenos y bajitos. Y no lo encuentran… esto demuestra lo grande que es la selva.
Nómadas del viento (Le peuple migrateur, 2001)
Una maravilla. Le damos un diez y nos quedamos tan anchos. Film Affinity: “Ambicioso documental sobre la migración de las aves, un viaje que recorre más de 40 países. 4 años de trabajo y más de 140 personas contribuyeron a la creación de un singular estudio, no sólo de las diferentes aves migratorias y sus patrones migratorios, sino del ecléctico, espectacular y sorprendente planeta en el que vivimos. “.
Convertir el viaje migratorio de las aves en un película y obtener un grandioso y emocionante espectáculo audiovisual está al alcance de pocos escogidos. Drama, comedia, suspense… gran variedad de géneros enmarcados en la belleza de parajes ignotos e imágenes singulares. Todo a vista de pájaro y sin apenas voz humana. Ni falta que hace. Una film para conservar y regocijarse en su técnica y singularidad. Un film para amar a nuestro planeta y sentir la necesidad de protegerlo de nosotros mismos. Poesía en movimiento surcando el viento: verdadera ecología.
Perdonamos a la distribuidora por el título en castellano: lo hace aún más bonito.