Cuando uno piensa en Irlanda piensa en Cerveza, Guiness, música irlandesa, verde, lluvia,… pues bien, no se equivocan !jaja
Disfrutando del St. Patrick’s Day
Irlanda es en esencia eso. Verdor por todos lados, música celta para amenizar el día y mucha Guiness en los pubs, a cualquier hora.
Ya había vivido 3 semanas en Irlanda hacía unos cuantos años, pero Irlanda es como mi Shangri-la, es mi paraíso, mi lugar idílico en la tierra, probablemente por ser Gallego, por amar lo familiar, por la lluvia, por lo hogareña que es la gente, lo buena que es con los demás, por la música de siglos atrás, por… por todo ello.
Así que una tranquila tarde de Septiembre en la biblioteca de económicas, hablando con un amigo, se nos ocurrió ir a Irlanda para la festividad de St. Patrick’s Day, no le dimos muchas vueltas, y al día siguiente cogimos los billetes de avión. Salí desde Madrid, así que ya buscaríamos con calma como llegar a Madrid, lo importante era que la llama ya estaba iluminando, la mecha estaba prendida y podría volver por fin a Dublín, a Irlanda.
Llegó entonces el día de volar y mis nervios estaban en su punto más álgido. Decidiéramos ir en tren hasta Madrid pero tuvimos la mala suerte de que topamos con unos ingleses jóvenes, de unos 15-16 años, que habían decidido convertir el vagón del tren en una plaza para hacer botellón, y obviamente el resultado de las borracheras y algún intento de vomitona, y otros no tan intentos, no se hizo esperar. Pero ni todo eso podía disminuir las ganas que tenía de vivir St. Patrick’s Day en Dublín.
Averiguando como sacar un ticket
El L.U.A., el tranvía dublinés
Llegamos a Dublín muertos de hambre, y luego de montarnos en el LUA, el tranvía Irlandes, llegamos hasta donde estábamos alojados, un hotel increíble a las afueras de Dublín, pero que era la mejor opción para evitar los borrachos de Temple Bar de la semana de fiesta. Queríamos disfrutar de Dublin, beber cerveza, hacer turismo,… pero también necesitábamos descansar, así que ese hotel fue un acierto. Pero antes de ir al hotel tuvimos que hacer una paradita en KFC, jejeje bueno, bonito y barato, los tres aliados de los viajeros de bajo presupuesto.
Con un buen pollo metido en el pecho nos fuimos hasta el centro de Dublín para empezar a callejear un poco, porque aunque ya teníamos la idea de hacer el tour gratuito de Sandeman’s en la mañana, queríamos aprovechar para pasear y callejear un poco, y yo sobre todo para recordar aquellas 3 semanas que había pasado en mi paraiso particular.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano para hacer el tour, donde lo primero fue una pequeña introducción de la historia de Dublín, con datos curiosos, información donde tomar cerveza barata,… lo importante para un backpacker, saber donde beber y comer barato y turistear por toda la ciudad!
Luego de hacer el tour ya sabíamos lo que queríamos fotografiar y volver a visitar, y como no podía ser de otra forma empezamos por la estatua de Molly Malone, una de las estatuas más famosas de todo Dublin. Molly Malone es una canción popular de Irlanda que se ha convertido en el himno no oficial de Dublín. También ha obtenido la condición de himno irlandés. Fue compuesta alrededor de 1880 por James Yorkston y se ha convertido en una verdadera leyenda urbana.De manera afectiva y coloquial, suelen llamarla como The tart with the cart (La golfa con el carro).
La canción cuenta la historia de una hermosa pescadera llamada Molly Malone que murió de una fiebre en plena calle. La muchacha iba por las tortuosas calles de la zona portuaria de Dublín, empujando un carro y pregonando: “¡¡Mejillones y berberechos vivitos!!”. Sin embargo no existen pruebas de que tal personaje existiese en el siglo XVII ni en ningún otro momento. Típicamente se la representa como una tendera de día y una prostituta de noche.
Esa estatua está colocada en la calle Grafton, en dnde curiosamente hay una escena en la película Once en esa misma calle con el protagonista tocando la guitarra en la calle. También ha sido reproducida esa imagen en los Simpsons, en el capítulo en que homer va a Irlanda. Es una de las calles más animadas de la ciudad y es muy popular entre los dublineses debido a sus tiendas.
Luego de Grafton Street nos dirijimos hacia la St. Patrick’s Cathedral, es la mayor de las dos catedrales de la Iglesia de Irlanda, pero en realidad la Catedral de San Patricio no es la sede de un obispo, dado que el Arzobispo de la Iglesia de Irlanda de Dublín tiene su sede en la Catedral de la Santísima Trinidad de Dublín, siendo vista la de San Patricio como la Catedral Nacional para toda la isla y atrayendo delegados de las doce diócesis de la Iglesia de Irlanda.
En medio de todo el camino también había que hacer alguna paradita para una guiness bien fría, no se disfruta de un país plenamente si no se prueban sus cervezas y sus comidas.
Por la tarde teníamos reservado algo muy muy especial, una visita por la fábrica de Guiness, donde pudimos apreciar como se hace la cerveza e incluso pudimos tirarnos nuestra propia Guiness! Con un certificado y todo! Pero si no quieres tirarte tu propia Guiness siempre puedes tomar una en el Gravity Bar. Pero toda la historia de la Guiness, así como fotos de esta deliciosa cerveza las podeis encontrar en este otro post, Tirando Guiness en Irlanda.
Pero la visita alcohólica no se había acabado, ya que Dublin tiene otra peculiaridad, y es la fábrica de whiskey Jameson, donde, obviamente, también nos dieron un vaso del elixir escocés. En esta ocasión no tenía mucha ciencia tirarse uno mismo un vaso de Whiskey, así que simplemente nos lo sirvieron.
En mi opinión, si tienes que elegir entre las dos, merece mucho más la pena la fábrica de Guiness que la de Jameson, pero eso ya son gustos.
Con esa visita a la fábrica de Jameson dimos por concluido un completo día de turisteo, así que nos relajamos en el bar con una buena cerveza fría y unos amigos, antes de proceder a descansar para el siguiente día, que nos depararía Howth y Malahide, dos pueblecitos preciosos, pesqueros, en la costa de Irlanda, cerca de Dublín, y que conservan toda su magia, e incluso algunos restos de la época medieval, pero todo ello es material para otro post, el post de Howth y Malahide.
Los días fueron pasando y pronto llegaría el 17 de Marzo, el día más especial del año para los Irlandeses, el St. Patrick’s Day, un día de celebración en familia y de fiesta, y sobre todo, como no podía ser de otra forma, de mucha, mucha cerveza. En este otro post podreís encontrar todo lo referente al St. Patrick’s Day.
Luego de disfrutar del desfile en O’Connell Street teníamos planeado uno de los acontecimientos más especiales que he podido ver en mi vida, la final de los juegos de la GAA, la asociación Atlética Gaélica, que se componía de la final de la liga amateur de Hurling y de Futbol gaélico, dos antepasados del futbol y del rugby. Fueron dos espectáculos increíbles, y no solo por el deporte en si, sino por lo divertido que fue pasar ese momento con amigos. Celebrábamos los goles por igual, fueran de un equipo o de otro y nos divertimos, en lo que era nuestra última tarde en Dublín.
Disfrutando de un Juego de los GAA
Luego de ese espectáculo y con un ganador condecorado decidimos ir a hacer lo mejor que se podía hacer un 17 de Marzo, beber cerveza. Nos fuimos al bar de siempre y nos bebimos entre 5 personas unos 7 litros de cerveza, pero fue solo en señal de respeto por la fiesta Irlandesa y en señal de despedida a un país que tan bien se había portado con nosotros.