Disponíamos tan sólo de unos billetes de ida y vuelta a Hong Kong y de 10 escasos días de vacaciones. Pocos días para realizar un recorrido mínimamente decente por China y la duda era ¿demasiados días para una sola ciudad?. La mayoría de viajeros dedican sólo dos ó tres días para visitar Hong Kong, al final o al inicio de un itinerario por China, sin embargo cuando empecé a buscar información y a leer sobre ese destino, enseguida me di cuenta que es una ciudad que puede dar mucho de sí.
Me alegro de haber tomado esta decisión porqué pudimos descubrir la ciudad sin prisas, saborear muchos rincones, permitirnos el lujo de perdernos sin tener que mirar el reloj, pasear plácidamente por magníficos jardines, disfrutar del incomparable escenario nocturno desde diferentes puntos de la ciudad y, en definitiva, no sólo estar de paso por Hong Kong sino vivir durante unos días el bullicioso ritmo de la ciudad.
Hong Kong, nombre inglés que deriva de las dos palabras chinas “Heung” y “Kong”, que originariamente daban nombre a una pequeña colonia, cerca del hoy superpoblado puerto de pescadores de Aberdeen, que vivía de la exportación de incienso. Una extraordinaria ciudad nacida de una relación de amor – odio entre China y Gran Bretaña y que empezó por culpa de 20.000 cestos de opio. El día 1 de julio de 1997, el Reino Unido devolvió la colonia a China tal como estaba previsto, y actualmente es una región administrativa especial, manteniendo el sistema económico capitalista bajo soberanía de un país comunista, gozando de un sistema administrativo, judicial y de aduanas independiente.
Me han sorprendido sus altivos rascacielos que por la noche ofrecen desde la bahía el mejor skyline que jamás había visto. Me ha sorprendido su ritmo frenético y su vorágine comercial. Cientos de mercados tradicionales donde se compra y se vende todo lo que uno se pueda imaginar, pero también cientos de galerías comerciales y tiendas de marcas de lujo al servicio de una población que goza de una de las rentas per cápita más elevadas del Planeta.
Me han sorprendido sus templos escondidos entre las luces de neón y su asfixiante olor a incienso. Me ha sorprendido ver a tantos ciudadanos, especialmente gente mayor, practicando el taichi en cualquier parque o jardín. Me ha sorprendido su deliciosa gastronomía. Me ha sorprendido un sistema de transporte que permite acceder a cualquier punto de la ciudad de una forma rápida, cómoda y económica: Un metro limpio y decente como el que cualquier ciudad del mundo pudiera desear, unos pintorescos tranvías de dos pisos, unos encantadores ferrys que te hacen soñar, una red de autobuses con un servicio impecable y unos trenes de cercanías que permiten el fácil acceso a Nuevos Territorios.
Me han sorprendido tantas cosas que, a través del blog, las intentaré transmitir de forma más o menos ordenada a lo largo de los próximos días, acompañadas como siempre de algunas fotos del viaje.
Os invito a viajar a Hong Kong.