Los meses de octubre y noviembre nos parecen ideales para viajar. Todos los años intentamos planificar alguna escapada aprovechando, cuando es posible, los días festivos que se reparten en esas fechas, para disfrutar de paisajes y turismo en nuestra estación favorita, el otoño. Y casi todos los años lo conseguimos.
El mes de octubre solemos dedicarlo al turismo rural, principalmente, y el de noviembre damos protagonismo a los paisajes, ya que suele ser cuando el otoño luce en todo su esplendor. Esta escapada de la que os vamos a hablar la realizamos en un mes de octubre, aprovechando el Puente del Pilar, que nos salió muy soleado.
De la Comarca del Matarraña (Aragón) no se oye hablar demasiado, últimamente, quizá algo más cuando el mundo se empezó a referir a ella como “la Toscana española”. No hemos ido aún a la Toscana, no podemos decir cuánto de fiel es esta comparación, pero de todos es sabido que, en general, las comparaciones son odiosas y que cuando se habla de lugares y gente estas tienen identidad propia. A nosotros nos pareció un lugar lleno de encanto donde parece que el tiempo se detiene. Un destino perfecto para una escapada tranquila y muy disfrutona.
En la Comarca del Matarraña se encuentran algunos de los pueblos incluídos en los listados de pueblos más bonitos de España. Y es que Teruel, muchas veces un poco olvidado, esconde pueblos de gran belleza. Albarracín es uno de los más conocidos que, por cierto, a nosotros nos cautivó. Y en esta escapada os vamos a enseñar unos cuantos pueblecitos más que estamos seguros de que a más de uno os van a incitar a planificar una escapadita a la zona. Pueblos de piedra, callejones, arcos, naturaleza… una escapada muy recomendable.
¿Te apetece saber un poco más sobre esta comarca llena de encanto? A continuación, en un formato similar a nuestros diarios de viaje, vamos contar nuestra experiencia durante 4 días en la Comarca de Matarraña, alojamiento, itinerario, alguna ruta que hicimos, historias, leyendas...
No hay mejor manera para combatir una crisis postvacacional que empezar a hacer planificación de otra nueva escapada. La Comarca de Matarraña estamos seguros de que te sorprenderá. Comenzamos.
Nuestra escapada fue de 4 días, utilizando los 4 para conocer nuevos lugares, a pesar de que tuvimos un problemilla al final del viaje, pero a pesar de todo estuvieron muy bien aprovechados.
Para conocer la zona, nos alojamos en el pueblo de Ráfales. El motivo para elegir este lugar fue sencillo, fuimos buscando alojamiento por la zona y este nos cuadró por ubicación, apariencia y precio. Luego, Ráfales resultó ser un pequeño pueblo con bastante encanto también.
Desde Madrid hasta la Comarca de Matarraña hay unas 4 horas largas en coche, así que nosotros decidimos hacer una parada en el camino, antes de llegar a la zona, aprovechando que Alcañiz no lo conocíamos y nos pillaba en la ruta.
Alcañiz es la capital histórica de la región del Bajo Aragón. A las afueras se encuentra Motorland, el circuito de motos de Aragón.
Nosotros llegamos alrededor de la una de la tarde, aproximadamente, con la intención de comer allí y darnos una vuelta, sin mucha más ambición.
Alcañiz resultó ser una mezcla de sensaciones, un paseo entre algunos lugares monumentales, con una plaza que nos pareció preciosa, unas vistas del conjunto del lugar desde el castillo que nos parecieron un poco desoladoras y algunas historias y leyendas bastante perturbadoras. Vamos por partes.
En Alcañiz aparcamos dentro del casco urbano, en una especie de aparcamiento gratuito que era como un solar. Estaba muy cerca de una de las fachadas que más nos llamó la atención de la visita. Se trataba del frontal de una vivienda que era lo único que se conservaba de ella. Detrás de la fachada no había edificio. Casualidades de la vida, que al que no escribe se le olvidaron las gafas en el coche y cuando estábamos a la altura de esta vivienda se dió cuenta. Así que volvió al vehículo y yo me quedé haciendo alguna foto mientras le esperaba. En ese momento, una visita turística, con guía, paró a mi lado, frente a la fachada y fue cuando me enteré de que aquella casa, no era una casa cualquiera.
La Casa Ram se llama y está envuelta en una leyenda que tiene diferentes vertientes, pero que básicamente se materializa en que a lo largo de los siglos, a pesar de ser un solar enorme en el casco urbano, no se han podido llevar a cabo sobre los cimientos del edificio ninguna obra, sea por el motivo que fuere. ¡Madre mía, qué sería de los lugares sin estas historias!
Aquella fachada pertenecía a un antiguo palacio o palacete propiedad de la Familia Ram, de gran importancia a lo largo de la historia. Ahora, apenas queda la fachada, que antes de conocer esta historia ya nos había impactado. En numerosas ocasiones se ha planificado sobre este lugar mejoras, restauraciones o nuevos planes para pasar página, pero siempre ha ocurrido algo que ha impedido que se pudieran llevar a cabo. Y dice la leyenda, o al menos, una de las versiones que de esta, que uno de los niños de la familia, que vivía en el palacete, estaba al cuidado de una morisca y esta le contó todo lo que había que tenido que sufrir a causa de la Inquisición, lo que su familia había pasado, cómo le habían arrebatado lo que más quería y había sido torturada. El niño, afectado y ligado sentimentalmente de forma muy fuerte con su cuidadora, uno de los días que acudió a misa con la familia, guardó la hostia consagrada que el sacerdote le dió y cuando llegó a su palacio la tiró al pozo por todo lo que su cuidadora había sufrido. Parece que ese fue un antes y un después en el futuro de aquel palacete, que quedó para siempre marcado, de manera que su fachada sigue en pie, aunque parece que es imposible poder hacer nada en su terreno, y pervive al paso del tiempo… Ahí lo dejamos.
Muy cerca de la Casa Ram está la Plaza de España. Para nosotros, lo más bonito de Alcañiz, una plaza llena de encanto, que en uno de sus extremos tiene la que fue Colegiata y hoy es la Iglesia de Santa María la Mayor, a la que entramos.
Al otro lado el edificio de la Lonja, de una belleza de impresión, está considerada Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España. Data del s.XV y es de estilo gótico.
A su lado, la Casa Consistorial, de corte renacentista y que conforma con el resto de edificios un conjunto realmente bonito. Además, en la plaza ya había bastante gente tomando el aperitivo, se respiraba un ambiente tranquilo y a la vez alegre y muy agradable.
Desde aquí, pusimos rumbo al otro edificio emblemático de Alcañiz, el castillo calatravo, hoy reconvertido en Parador. Este castillo fue cedido en el s.XII a la orden de Calatrava por la ayuda en la llamada “Reconquista”. Nos dimos una vuelta por las zonas comunes de acceso libre y observamos algunas de las vistas que se obtienen desde allí. A esas son a las que nos referíamos al principio, cuando hablábamos de esa sensación un poco “desoladora”, al poder observar desde allí bastantes construcciones medio derruidas en el centro de Alcañiz y que siempre transmite tristeza.
Se nos había echado el tiempo encima, por suerte estábamos en España y aunque pasen de las 15:00 se puede comer. A mediados de octubre el clima era favorable y pudimos sentarnos en una terraza, allí le dimos a las croquetas morellanas (recuerdan a las empanadillas), al jamoncito de Teruel y una ensaladilla. Un pica pica bastante curioso que nos dío la energía suficiente para continuar.
Un paseo más por el casco histórico de Alcañiz y cogemos el coche para, ahora sí, adentrarnos en la Comarca de Matarraña. Alcañiz no pertenece a la comarca, aunque está casi lindando con ella.
Antes de dirigirnos a nuestro lugar de alojamiento hacemos una parada en el primer pueblo de la comarca de nuestro itinerario: La Fresneda, a 25 km de Alcañiz, declarado Conjunto Histórico-Artístico.
En el punto más alto de La Fresneda se encuentran las ruinas de su ermita. Desde allí, el mar de tejados se extiende por los campos de Aragón, entrelazándose unos con otros, casi parecen trenzados. Un poco más bajo, pero dominándolo todo, está el campanario de la iglesia. Y lo que es realmente bonito es en la parte baja, perderse por sus calles, de arquitectura empedrada, arcos que conforman las calles, blasones…
En 2018 había censados 443 habitantes, pero la cantidad de personas es, en este caso, inversamente proporcional a su encanto.
Para llegar a la ermita hay que ascender por un camino con cipreses a ambos lados que llevan hasta la parte más alta. Varias reconstrucciones se hicieron a la ermita, pero su enclave ha sido responsable de que haya sido constantemente expuesta a diferentes inclemencias.
Desde la ermita se puede descender en un paseo al centro del pueblo. Nos tomamos un café en la Plaza Mayor, una plaza con muchísimo encanto, rodeada de casas señoriales, que datan de los s.XVII y s.XVIII, y su maravilloso ayuntamiento.
Perderse por sus callejuelas es lo más recomendable, un paseo tranquilo y reconfortante por un pueblo lleno de encanto en la provincia de Teruel.
Antes de irnos, nos acercamos a la iglesia, una nueva subidita nos esperaba. El templo estaba cerrado, pero desde allí se puede observar la majestuosidad de su tamaño y tener nuevas vistas sobre el lugar.
Y desde allí ponemos rumbo a Ráfales, donde teníamos contratado nuestra habitación en un alojamiento rural. Estaba a tan solo 16 km, aunque por allí los desplazamientos se pueden alargar un poco, ya que son carreteras comarcales, en buen estado, pero para circular a velocidad moderada. Tardamos unos 25 minutos.
El alojamiento, La Alquería, resulta peculiar, la habitación pequeña pero bien acondicionada, lástima de que cuando nos tumbamos en ella no nos podemos mover, y no es solo por el cansancio, sino porque es como acostarse sobre una roca. Es lo que toca, seguro que eso es “salud”. Dejamos el equipaje, charlamos un rato con el propietario que tenía charla suficiente para todo el fin de semana y nos vamos a dar una vuelta antes de cenar.
La cena sería en el hotel. En tripadvisor resultaba ser el número 1 de todo el pueblo en valoraciones, aunque lo cierto es que era el número 1 de 1 restaurantes en el lugar. Así que sí, definitivamente cenaríamos en el alojamiento, el cual tenía hora de cena a las 21:00, no era negociable.
Ráfales no es uno de los pueblos más populares de la Comarca de Matarraña, está declarado desde los años 80 conjunto Histórico-Artístico, a nosotros nos pareció muy acogedor y con rincones muy bonitos.
Aquella tarde nos daríamos cuenta de que, en aquella zona, el catalán está en boca de casi todos, algo que confirmaríamos los días posteriores en otras localidades próximas y de lo que no teníamos ni idea antes de ir.
En Ráfales, la vida pasaba con mucha tranquilidad, por la tarde algunas personas estaban en bancos charlando tranquilamente, niños jugaban en algunos rincones, los gatos asomaban cuando menos te lo esperabas y el conjunto resultaba muy agradable.
Nos empezamos a dar cuenta que muchas fachadas muestran un tono azul bajo su nueva pintura, un azul añil que quiere asomar. Otras directamente son azules y, de nuevo, en días posteriores iríamos comprobando que era otra característica de la zona. Nos llamó tanto la atención que acabamos preguntando al propietario del alojamiento por esta curiosidad. Y sobre ello obtuvimos dos respuestas, una que estaba relacionada con mantener la vivienda libre de infecciones y mosquitos, esta mezcla de azulete y cal servía de repelente. La otra estaba relacionada con la época franquista, pero de esta segunda no hemos obtenido más opiniones que la apoyen. Parece ser que era una forma de marcar algunas viviendas como símbolo de “la vergûenza”. Si alguno de los que nos leéis tenéis información sobre esta segunda versión o cualquier otra, estaremos encantados de leerla. Sea como fuere, ese tono azulado, en muchos casos casi desgastado le imprime a la arquitectura cierto encanto.
Ráfales tiene un castillo en ruinas al que no nos acercamos, pero sí que paseamos en 6-7 veces por todas las callejuelas cercanas a la Plaza Mayor. De nuevo soportales, piedra, alguna casa palaciegas… y muchísima paz.
A las 21:00 estábamos dispuestos a cenar en la Alquería. Un menú con primero, segundo y postre, vino, agua. Para elegir entre carne, pescado, ensaladas. Los postres los mejores. En relación con el precio no estaba mal, un poco potente para una cena, bajo nuestra opinión.
Así que después de la cena, pensamos que hay que dar otro paseito más. A esas horas, Ráfales estaba medio dormido, por las calles casi solos, íbamos hablando bajito, intentando organizar todo el plan para el día siguiente.
Porque en la Comarca de Matarraña no todo son pueblos bucólicos, también hay naturaleza en la que adentrarse. Así empezaríamos el día siguiente, con una ruta muy pintoresca y alguno de los pueblos más bonitos de España en el recorrido. Un auténtico descubrimiento
Al día siguiente más…
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Revista Cultura y Ocio
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