Todo aquel viajero que decida irse de irse de viaje a Irán tendrá que escuchar de sus amistades la misma canción: ¿Pero no es demasiado peligroso?
Y es que desgraciadamente Irán tiene una desmerecida mala reputación, producto de películas o series que lo muestran como un país de terroristas y fundamentalistas; pero nada más poner un pie en Irán te das cuenta que nada tiene que ver con la realidad. Las muestras de amabilidad, hospitalidad y preocupación sobre el estado y confort del viajero son frecuentes por todo el país.
Me podría alargar sobre la magia de Isfahán, la majestuosidad de Persépolis o los mágicos kaluts a las afueras de Kerman, pero hoy me centraré en Yadz, la ciudad que me atrapó.
Vistas de la ciudad de Yadz
Emplazada desde hace más de 3000 años entre los desiertos de Dasht-e Kevin y Dasht-e Lut, lo ideal es visitarla en primavera u otoño y no sufrir así los rigores de estas tierras tan alejadas del mar (terriblemente calurosa en verano y heladora en invierno)
Sus habitantes han conseguido adaptarse a los rigores del clima, y es que la ciudad antigua de Yadz, fue construida en adobe para conseguir aislarse de los rigores climáticos (famosas son sus torres de ventilación, dispersas por toda la ciudad para refrescar el interior de sus casas) dando como resultado una de las ciudades con más encanto de Irán.
Callejones de adobe de Yadz
Y es que así es Yadz, una ciudad de adobe, de estrechos callejones y bellos edificios. Aún recuerdo mis paseos por sus solitarios pasadizos de adobe. Pese a la soledad del lugar, no te sientes inseguro. Cada persona con la que te cruzas te saluda amablemente. Le preguntas para orientarte y se despide con efusividad y cada uno continúa con su paseo. A lo lejos oyes el petardear de una motocicleta que se acerca. Te echas a un lado para dejarla pasar. El tamborileo del motor se diluye entre los callejones hasta que ya solo oyes el sonido de tus propios pasos. Tras un rato caminando llegas a una plaza donde antiguamente se encontraba el depósito de agua de la población. Levantas la cabeza y contemplas los minaretes de la bella mezquita Jameh que te ayudan a orientarte por las laberínticas callejuelas.
Solitarios callejones de Yadz
A las afueras de la ciudad vieja se encuentra el bazar. Siempre es agradable deambular bajo las cúpulas de este mercado y contemplar el día a día de los habitantes de Yadz. Puestos de comida, especias o ropa se aglutinan entre las callejuelas del bazar de Khan.
A parte, esta ciudad tiene unas cuantas excursiones para complementar la estancia, como la visita a la ciudad de Chak Chak, uno de los centros de peregrinaje zoroástrico del mundo y emplazada sobre una ladera dominando un espectacular paisaje desértico, el Caravanserai de Zen-O-Din o las ruinas de la ciudad de Kharanaq, ubicada en un fértil valle entre montañas. Sin duda, la visita a Yadz y sus alrededores, algo obligado en todo viaje a Irán.
Mezquita de Jameh
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