Revista Europa

Desde Berlín: "Que te den, Urdangarín".

Por Carmelanegrete

Exiliados y pancartas en Berlín por la tercera república

En la solicitud de manifestación pidieron lugar para unas cien personas muy enfadadas con la decisión del rey de abdicar en su hijo sin que haya referéndum de por medio, a la antigua usanza. (Por no hablar de que es su hijo, y no su hija... asuntos demasiado casposos para pringarse de la grasa real).
Poco a poco fueron llegando uno tras otra, así como los periodistas. Algunos parecían vagabundos. Los periodistas, se comprende. Un colega fotógrafo de una agencia alemana de noticias incluso tenía un diente de menos y parecía mas pobre que Mambrú. Aunque tal vez sea solo una estrategia de márketing del decrecimiento.
Eran mucho mas de un centenar. Como el chaval jovencísimo que llegó con un amigo alemán que venía a hacer bulto. Se le preguntó si sabía de qué iba todo esto, y el amigo español no le dejó contestar: "Bárcenas y todos los demás son la casta y el rey tiene la culpa". "Pero eso son dos casos judiciales que no tienen nada que ver", se le respondió al chaval". "Bueno, pero no queremos monarquía", contestó asimismo. "Entonces, ¿ también estás de acuerdo?", se le preguntó al alemán. "Sí", respondió. "Es decir, que estás en contra...", se le matizó. "Efectivamente", respondía también. 
Dos pasos mas allá se reproducía lo que en otras ciudades españolas y extranjeras. Que convoquen un referéndum, que el régimen del 78 ya ha llegado a su fin, que emigren ellos y así. Venían algunos con el subidón de las europeas sin parar de repetir "¡podemos, podemos!"
El sitio que les dieron para dar rienda suelta a su rabia fue el manifestódromo de facto que es la Puerta de Brandenburgo. Varios metros mas allá había otra concentración, aquélla "por la paz en Ucrania". Esta otra se merece un capítulo aparte. 
La policía se acercó a preguntar qué era eso de la bandera y del referéndum y cuando se lo explicaron se quedaron hablando entre ellos, tal vez discutiendo si era legal pedir algo así o no lo era. Probablemente decidieron que sí, porque no molestaron la concentración hasta la hora de la cenicienta, cuando pidieron a la gente que se fuera a casa. 
La mayoría obedeció y se fue a rezar o lo que quiera que hacen cuando llegan a sus casas. Otros se quedaron tomando una cerveza, en grupo, en la calle, por la noche. En Berlín, por cierto, no está prohibido el botellón.
La noche estaba espléndida. 

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