Revista Homo
Hola andamieras y andamieros, hemos recibido de forma anónima un texto para el blog, así que lo compartimos para todas y todos vosotros!!
Enamorarme de una chica heterosexual ha sido lo mejor y lo peor que me ha pasado en la vida. Nunca había sentido tanta pena. Nunca había llorado desde tan hondo. Pero, a pesar de todo ese sufrimiento (que me llevó meses superar) el inmenso dolor que sentí el día en el que la dejé atrás para siempre, fue el que me abrió la puerta. Pero no, no hablo de la puerta de ese gran armario empotrado en el que algunas venimos al mundo y que nos cuesta tanto salir. Esa puerta todavía sigue cerrada, y yo… yo continúo gritando dentro. Me refiero a otra puerta, a la de los sentimientos, a sentir, a sentir de verdad. Desde ese día empecé a comprender muchas de mis reacciones y comportamientos que, hasta ese momento, no encontraba sentido alguno. Ahora veo a una chica y siento cosas. Antes era incapaz.
El no saber qué te pasa es tan frustrante… Envidio a todas esas personas que lo tienen claro desde tan temprano. Tengo 31 años y mi vida ha sido un completo desastre. He caminado por un sendero de preguntas sin respuesta, dando tumbos, golpeándome una y otra vez con la misma piedra. La llave que custodia este puñetero armario en el que me escondo tiene un nombre: cobardía. Una maldita cobardía que me come por dentro, empezando por los pies, y acabando en la cabeza, en ese lugar en el que todo se vuelve tan confuso que, a veces, es imposible seguir caminando.
Yo sé que esto lo tengo que hacer sola, que algún día tendré el valor de sentarme delante de mis padres y contarles algo que no debería ser necesario contar. Mientras tanto sigo en esta jaula, en esta cárcel, en esta condenada burbuja, viendo la vida pasar, colocando tiritas a las heridas de mi alma. Porque cada año que pasa, este sufrimiento se hace más profundo, me desgarra por dentro, me mata… y me pide a gritos salir. Salir del armario.