Revista Diario

Desde mi torre de cristal

Por 1maternidad_diferente

Desde mi torre de cristal

"Znicz" by Exploti - Own work.
Licensed under Public Domain via Wikimedia Common

Vivo desconectada de la televisión. Esta tarde oí la noticia en la radio:, un nuevo naufrágio, más refugiados muertos y varios niños entre las víctimas. Y se te revuelven las tripas, pero la vida sigue, coges una rotonda, repasas la lista del material para la vuelta al cole y poco a poco se aparta de tu mente. Pero luego, una foto, una foto detiene tu mundo. Un niño, en una playa, pero sin selfies ni sonrisas, sin palas ni cubos, sin bañador ni sombrilla ni toalla, un niño que ya no será más niño, un niño muerto.
Los niños no deberían morir. Es injusto. Es un concepto demasiado alejado de la infancia como la imaginamos y soñamos. Como época de hedonismo y de placer. Pero los niños mueren. Todos los días, en el primer mundo y en el tercero. Algunas muertes se acallan ("no llegó a nacer"), otras ni se perciben (nos imaginamos a niños luchando contra el cáncer, no muriendo de cáncer ni de ninguna otra enfermeda) y otras nos golpean y nos gritan a la cara, se plantan delante de nosotros vociferando y no nos dejan ver nada más. Como la del niño sirio de cinco años cuyo cuerpo sin vida naufragó mientras navegaba hacia una paradisiacas islas griegas, aunque lo hacía en una "patera" y no en un crucero.
Ves una foto y tu mundo se detiene. Y piensas qué puedes hacer para evitar que eso pasa. En tus ahorros, en lo que costará un billete de ida y vuelta para acoger en tu casa a un niño refugiado hasta que este absurdo conflicto pase... Y luego piensas en los niños soldado, en los pequeños africanos que asfixian su vida excavando para encontrar metales preciosos en el primer mundo, en los que gastan su infancia cosiendo zapatillas para que nosotros las podamos comprar por dos euros... Y luego en tus hijos, que duermen plácidamente ajenos a todo eso.
Y ya nada importa. Ni las buenas ni las malas madres. Ni la teta ni el biberón. Ni el carrito ni el fular. Ni las cervezas sin alcohol ni los GTs. Solo importa la injusticia de un mundo que no deja de girar por la muerte absurda y sin sentido de un niño. Solo importa la conciencia de lo frágil que es esta torre de cristal que nos hemos construido. Solo importa abrazar a tus hijos y mirar su sueño, que aunque pueda estar poblado de pesadillas, todavía está virgen de estos horrores. Solo importa esa madre, esa madre que no sale en la foto. ¿Y los hermanos? ¿Llegaron al destino? ¿Cuánto tuvieron que empeñar para iniciar el viaje? ¿A cuál de tus hijos sujetar cuando el suelo se disuelve y solo hay frío mar rodeándote por todos los lados?
Desde mi torre de cristal doy gracias por tener una cama a la que irme y un corazón que late para dejarlo lamentarse por el niño de la playa. Y lloro por la futilidad y la inutilidad de un mundo tan injusto que todavía muchos juegan a la loteria sin saber que ya disfrutan del premio gordo. Carpe Diem. Disfruta del momento, de tu familia y de tus hijos. Y llora, llora por ese niño que no es el tuyo, llora por la injusticia mientras aprietas a tu hijo caliente y vivo entre tus brazos, llora y siente rabia e indignate... Y piensa qué puedes hacer para cambiarlo.
Ojalá esta imagen pueda servir para mover algo. Para despertar conciencias dormidas, para remover sentimientos. Ojalá esto nunca volviera a pasar. Ojalá todos los niños nacieran con el virus de la inmortalidad física y empírica. Y mientras tanto, aquí sigo en mi torre de cristal.

Volver a la Portada de Logo Paperblog