Revista Educación

Desechables

Por Siempreenmedio @Siempreblog

13 julio 2013 por araphant

Cuando se camina por las calles de Bogotá uno se encuentra con un paisaje lleno de contrastes. Por sus sucias y habitualmente desconchadas calles es habitual cruzarse con un paisaje humano que va desde hombres de negocios vestidos con traje y corbata; señoras que venden tintos (café solo) o minutos (personas que te ofrecen teléfonos móviles desde los que llamar a cambio de pagarles por el tiempo que hayas estado hablando), hasta personas que viven y duermen en la calle, con la ropa sucia y rota, que se te acercan para pedirte unos pesos o algo de comida. Entre las cosas que más llaman la atención cuando se llega a esta ciudad destacan la suciedad y el mal estado de sus calles, el tráfico -saturado de taxis y “busetas”-, y la chocante “convivencia” de las clases más altas con las más bajas (¿existe la clase media en Colombia?). No en vano, según un informe de desarrollo humano de las Naciones Unidas correspondiente al año 2011, Colombia tiene la tercera peor desigualdad entre 129 países, sólo superado por Haití y Angola.

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Sin duda, si somos capaces de olvidarnos por un momento del conflicto armado que vive este país desde hace más de 50 años, y que en estos momentos vive una posible solución con el proceso de paz en que se encuentran inmersos el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el principal problema de Colombia es la desigualdad. Podemos centrarnos y hablar continuamente de asuntos tales como la violencia, la inseguridad o la política como los grandes problemas que asolan a este país latinoamericano, pero no podemos obviar que bajo todos ellos subyace  un problema mayor, que es el de la desigualdad.

¿Puede la desigualdad ser el origen de todos los males de un país? Desde luego, es un factor determinante para el acceso a la educación, por poner un ejemplo. Soy de los que piensan que la gran mayoría de los problemas de cualquier país tienen su origen en la educación, que una buena educación abierta a cualquier persona sea cual sea su condición es esencial para prevenir desigualdades, y con ello el odio o el miedo, factores determinantes para la aparición de la violencia. Evidentemente no pueden obviarse elementos como el narcotráfico, que ha sido motor durante muchos años de la violencia que vive Colombia, pero incluso teniendo esto en cuenta tendríamos que plantearnos de dónde surge la necesidad de vivir de la coca para muchos campesinos, si no es de la falta de recursos y de posibilidades. Así pues,  no es de extrañar que en Colombia existan colegios y universidades muy buenas, con docentes muy formados (algunos de fama internacional) a las que sólo pueden asistir los que disponen de plata para pagar las elevadísimas matrículas (algunas de hasta 10.000 euros el semestre); mientras que los que carecen de recursos se quedan fuera de esta élite educativa. Tampoco es de extrañar entonces ver por la calle cómo esa gente que no tiene nada, el resultado más extremo de esta desigualdad, la que vive y duerme en la calle, la que se alimenta de los restos de la basura… es sencillamente ignorada por el resto de viandantes hasta el punto de que ni siquiera se les llama mendigos o indigentes. Se les llama desechables. La (buena) educación es un bien incalculable para cualquier país y, por lo tanto, debe ser pública, de calidad y universal. Sólo así podremos avanzar como seres humanos y como sociedad.


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