Revista Salud y Bienestar

Deseo

Por Doctorcasado

Deseo
Las relaciones humanas están basadas en el deseo. Siempre queremos algo de los demás, siempre necesitamos algo.
Este punto de vista es causa de dolor y sufrimiento. Todos lo hemos experimentado de una u otra forma.
Lo que me anima a reflexionar hoy es la relación entre deseo y salud, entre deseo y enfermedad. Parecería lógico decir que cierta carga de deseo es consustancial con la vida humana, incluso necesaria para la felicidad. Una vida que adolezca de deseo parecería a priori descafeinada, fria, inerte.
Sin embargo el mismo Buda cifra en esta palabra una de las principales razones del sufrimiento humano. La controversia está servida. No seré yo quien la dirima. Tan solo aportaré una valoración sencilla como médico de familia. Para que una relación humana funcione bien tiene que haber cierto grado de tensión, de gravedad. Parecida a la que ha de existir entre dos personas que bailen. Una leve y proporcionada tensión que permita la danza o la nota en la guitarra, y que no será posible con flacidez ni rigidez. Lo que vemos en consulta, y en la vida real, suelen ser rigideces y flacideces. Relaciones que no son satisfactorias por no haber podido encontrar su punto de justa tensión.
Quizá el primer paso sea aún más importante, calibrar la propia tensión, el propio afinamiento personal, que tampoco suele estar para tirar cohetes... ¿Hay algo que ayude en este sentido? creo que sí. No desvelaremos ningún secreto si apelamos a la naturaleza y su gran capacidad armonizadora. Al arte en cualquier manifestación, capaz de hacernos vibrar, llorar o exultar. Al silencio interior de calidad, capaz de sedimentar las turbideces interiores que nos roban la transparencia. A la conversación de calidad con aquella persona de confianza que nos ayuda a tomar perspectiva y ver más claro...
La obra de teatro que inspira este post ofrece el trabajo impecable de cuatro grandes actores. Como en cualquier tragedia será el deseo quien inflame las pasiones y dramas del guión. Todos tenemos el nuestro. Quizá sea sensato detenerse un momento a examinar el propio deseo y hacernos la pregunta ¿en realidad que es lo que más deseo? tal vez nos sorprendamos.


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