Revista Libros

"Deseo que venga el Diablo" - Mary MacLane

Por Marapsara

En el año 1902, una joven estadounidense escribió este relato autobiográfico en el que narraba el día a día de su vida gris, pero sobre todo los deseos de colores con los que soñaba en un futuro no muy lejano. Consiguió crear una gran polémica por evocar la figura del diablo como medio para conseguir el éxito y la fama que deseaba fervientemente, e incluso en un primer momento el libro se publicó con el título modificado (“La historia de Mary MacLane”) para poder comercializarse. La joven escritora consiguió que diferentes medios le pidieran su colaboración y tuvo una vida corta a lo largo de la cual vivió tal y como quiso.

Mary MacLane

Es posible que al principio Mary MacLane os caiga mal, muy mal. Pero sentiréis ternura y quizá admiración por ella más tarde, pero solo si llegáis a entenderla. Eso requiere un ejercicio por vuestra parte que no todo lector está dispuesto a hacer. Su historia no es trepidante ni vive mil aventuras, al final no sabemos si el asesino es el mayordomo porque no hay ningún cadáver en la primera página… pero es que lo que tenemos entre manos es mucho más valioso que todo eso, se llama Literatura y se trata de una de esas ocasiones en las que la conexión mágica entre autor y lector atraviesa el tiempo y el espacio y, sencillamente, sucede.
Antes de nada, hay que entender a Mary MacLane dentro de su contexto: se trata de una joven de 19 años nacida en 1881 que observaba aterrada a su alrededor, siendo cada vez más consciente del futuro desolador que le esperaba: una vida simple y anodina, sin salir del pequeño pueblo en el que nació, viviendo a la sombra de un futuro marido al que atender y dar hijos… fue sensata, y muy valiente, y se dio cuenta de que quería vivir SU vida, aunque le costara más, aunque fueran a señalarla siempre con el dedo por no ser quien se esperaba que fuera. Y, ¿ha cambiado mucho todo eso después de cien años? No puedo decir que mucho. Han cambiado leyes, algunas cuestiones prácticas, evidentemente ahora lo tenemos más fácil las que no queremos ser “mujeres virtuosas” de lo que lo tenían entonces. Pero seguimos siendo señaladas con el dedo, y hay fuertes corrientes de individuos retrógrados (entre quienes se encuentran multitud de mujeres, y ése realmente es el verdadero problema) que siguen queriendo conminarnos entre baberos y fogones.
La publicidad de Seix Barral intenta vendernos a Mary MacLane de una forma superficial y rápida diciendo que fue la precursora de los blogs. Incluso en el prólogo de Luna Miguel (pueril y esforzado, que hasta nos saca la sonrisa que aparece viendo a un niño jugando a ser mayor, concentrándose en no salirse de los bordes cuando pinta en un papel) se dice que tiene aptitudes cibernéticas, sin explicar el por qué con argumentos sólidos: es muy fácil deslumbrar con una sentencia brillante… vacía de contenido. Y muy infantil también.
Mary MacLane fue una chica insatisfecha durante su primera juventud y quería que la Fama y la Felicidad aparecieran de la nada y llenaran de color su vida gris: esto le sucede a mucha gente que,  creyéndose genios, convencen a su entorno más cercano de su genialidad, se escudan en que el mundo no está preparado para ella y permanecen en ese estado de comodidad hasta el fin de sus días.
Pues bien, MacLane tenía muy claros sus objetivos y para ello escribió este libro, creó polémica, ganó dinero y con ese dinero se fue (atención: se fue, en pleno comienzo del siglo XX siendo una mujer extremadamente joven, sola y procedente de un entorno rural estadounidense), vivió su propia vida como le vino en gana y jamás contradijo la esencia de los pensamientos que ya de adolescente comenzaron a fraguar la que sería su personalidad definitiva. Una personalidad original y pura, que no estaba basada en nada, fuerte y arriesgada, que no necesitaba de otra más fuerte y dominante que tirase de ella. Bien por Mary MacLane, fuera quien fuese.
¿Fue transgresora? Sí. Pero no por el hecho de escribir un diario (porque se trata de un diario, o un retrato personal como ella prefiere llamarlo, en ningún caso un blog como Seix Barral y Luna Miguel quieren hacernos creer), sino porque no plasmaba en él las típicas aspiraciones de una adolescente de su época. Aunque estuviera equivocada en las formas (algo totalmente lógico en un espíritu joven de cualquier siglo), el trasfondo de todo lo que pensaba era muy sólido y muy puro, estaba muy segura de cómo quería vivir su vida y en eso hay que reconocerle un gran mérito.
Escribe con estilo, cita a Shakespeare en más de una ocasión, a Dickens, a Byron. Disfruta asimilando nuevos conocimientos y es capaz de apreciar la belleza de las cosas pequeñas, nos va a caer bien. Como decimos, adolece de toda esa rebeldía propia de la juventud pero desde luego encontramos el suficiente material entre sus escritos como para considerarla una precursora y un modelo a seguir. Es necesario liberarse de prejuicios antes de leerla (será mucho más fácil si no tenemos ninguno ya en el primer momento, desde luego), y coger con pinzas todas aquellas cosas que dice y que nos hacen pensar que va de farol porque, obviamente, muchas de las cosas las dice para provocar, no piensa todo exactamente tal y como lo expresa, y en cualquier caso el lenguaje es siempre limitado.
En fin, se termina este libro admirando a Mary MacLane y comprendiendo con ternura su naturaleza: a los 19 años quería ser feliz y aún no sabía que quienes analizan las cosas al nivel que ella lo hace, nunca lo es.
El discurso apasionado de Mary MacLane ha atravesado cien años para venir a ponerle voz a nuestra coetánea silenciosa Emily the Strange, si me permiten la comparación: si alguien alguna vez se ha preguntado qué pasa por debajo de la hermosa cabellera de la preciosa niña oscura de los gatos (más allá de las breves sentencias que ella nos brinda), aquí tienen una posible respuesta muy aproximada.
¿Por qué este libro no es un libro más? Porque MacLane era capaz de escribir a pinceladas, otorgando a cada instante un fondo de color, o luz, o contornos o incluso movimiento a todo aquello que escribía, haciendo que la siempre mágica conexión entre autor y lector fuera esta vez un poco más allá. Escribió este libro en tres meses, y unos diez años después redactó un epílogo que nos espera como brillante traca final en las últimas páginas del libro. Ya les he presentado a Mary MacLane: ahora, disfruten de su fantasma.

Mary MacLane



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