Revista Opinión

Deseos homicidas

Publicado el 30 agosto 2010 por Cronicasbarbaras
Frecuentemente deseamos que se mate el conductor que casi nos asesina en una carretera estrecha con cerradísimas curvas en la que se nos cruza a velocidad de Fórmula 1 invadiendo la izquierda para tirarnos por un terraplén.   Estos imitadores de Carlos Sáinz o Fernando Alonso gozan aterrorizándonos. Cualquiera piensa que con un carácter así de agresivo son tipos que le pegan a sus mujeres o novias. Pero luego resulta que lejos del volante pueden ser personas apacibles, quizás víctimas de sus parejas, de las que sólo saben vengarse espantando a otros. El cronista conoce, al menos, un caso así.   Este verano las portadas de los periódicos se cubrieron de fotografías de los desastres provocados por esos conductores que, en contra de toda justicia, suelen salvar su vida y beneficiarse de las leyes tras aniquilar a familias enteras.   Cuando deseamos que sean ellos quienes se maten en una curva dudamos de nuestra decencia. Nos sentimos malas personas, mientras nuestra ira se extiende durante mucho tiempo más allá del momento terrorífico.     En la moral judeocristana es casi tan condenable el deseo de pecar como el propio pecado, como indica la ley mosaica de “no desear”.   Y al habernos librado del accidente no podemos aplicar la mosaica ley del Talión: cobrarnos el mal recibido provocando otro igual; pero inevitablemente se anhela esa muerte, se comete un crimen mental o crimental orwelliano.   Reflexionando así, quien comparta los sentimientos que este cronista carece de la grandeza moral de José Bono, que cuando era ministro de Defensa prefería “morir antes que matar”, nobleza que sin duda posee multiplicada por cien quien encarna todos los buenismos, Rodríguez Zapatero: un verdadero santo laico y socialdemócrata.   Nosotros somos peligrosos fascistas. No sabemos domeñar los deseos homicidas, grandiosidad que sólo alcanzan los seres modélicos, los titanes.

Volver a la Portada de Logo Paperblog