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Deseos o caprichos

Por M.a. Brito @mabrito67

Deseos o caprichos

Imagen extraída de google images.

Se sentía pletórico, exultante. Todo fue bien hasta que empezó a sentirse torpe, más despistado de lo normal. Al principio fue una sensación casi imperceptible, pero creció hasta que un día tuvo miedo al ver su cara deforme en el espejo. Ese día pidió un café cargado y se preguntó si las decisiones que había ido tomando se fundamentaban en un capricho o eran consecuencia de sus deseos. Se preguntó qué fue primero, si el capricho o el deseo. Vislumbraba en la reflexión, que su deseo se había desvanecido, se había difuminado perdiendo nitidez dentro de una maraña de caprichos que a la postre se convirtieron en obligaciones, con sus compromisos que cumplir, sus tiempos por contrato, sus facturas que pagar, su vacío retorno de la inversión. Para paliar tanta "nada", para enmendar tanta obligación, agudizó los sentidos a fin de encontrar brújulas para su encauzar su destino, y encontró más estímulos a los que acogió como huérfanos hambrientos en busca de padres. Los confundió con los ansiados objetivos que buscaba, la brújula que lo guiara, sus deseos reales. Pensó que eran el enfoque de su realidad, su tabla de salvación, esa que lo mantuviera a flote en el mar de confusión en que se ahogaba.
Sin embargo no eran sus deseos lo que encontró. Lo supo al ver que en ese mar no aparecieron islas ni referencias, mucho menos continentes. Lo intuyó al ver que eran espejismos que se desvanecían según surgían, porque eran líquidos, inconsistentes, escurridizos y envolventes, acogedores y farsantes. Mientras se esforzaba en nadar se olvidó de que un día tuvo un sueño, de que una vez quiso algo, de que un día luchó para conseguirlo. Con el tiempo no se acordó más que de su nombre y de que un día nació. Se olvidó de que años atrás había aprendido a nadar y se dejó llevar por el peso de su cuerpo.

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