Lunes 31 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Concierto Cajastur, 85 Día Universal del Ahorro, OSPA, Manuel Hernández-Silva (director). Obras de Dvorak y Schumann. Entrada gratuita con invitación.
Por fin pudimos disfrutar del maestro Hernández-Silva (Caracas, 1962) con nuestra OSPA, pero fuera de abono y como invitado (desconozco si también candidato a la titularidad), aunque las peculiaridades de esta segunda temporada sin "timonel" planteen interrogantes de todo tipo.
No voy a descubrir a estas alturas el magisterio del director venezolano, formado en Viena y siete temporadas de titular en la Orquesta de Córdoba, desde donde viaja a menudo para sus múltiples compromisos con casi todas las orquestas españolas (en Oviedo ya dirigió a la OvFi un Año Nuevo) y europeas, amén de invitaciones en medio mundo, sin olvidar la tarea docente y su total implicación en la capital andaluza. Los vericuetos de contrataciones, gestiones, representantes, circuitos, incluso "clubs" y demás nunca me han interesado aunque me haya preguntado muchas veces porqué no habría venido antes al Auditorio de la capital asturiana. Creo que tras lo visto y escuchado en Oviedo y Gijón un día después, aumentará el interrogante a muchos aficionados y abonados a esta orquesta de todos los asturianos.
Foto © Marta Barbón - OSPA Las obras elegidas resultaron de lo más apropiadas para calibrar orquesta y director por todo lo que encierran sus pentagramas, incluso buscar el siempre difícil "feeling" entre todos para conseguir los mejores resultados (merece la pena disfrutar la entrevista en OSPA TV). Está claro que esta vez el director dio el cien por cien y la orquesta quedó un poco rezagada, no por ganas sino por limitaciones en algunos momentos, si bien el sabor de boca fue excelente.
Foto © Marta Barbón - OSPA La Serenata para orquesta de cuerda en MI M, Op. 22 (1875) de Dvorak es un examen para "la niña bonita" de la formación asturiana, y ciertamente la nota media resultó alta pero no alcanzó el sobresaliente. Hubo momentos realmente de excelencia como el Tempo de Vals y el Larghetto, delicados y líricos, sonoridades plenas y claras bien delineadas desde el podio, y pasajes más "farragosos" en los tiempos vivos, faltos de limpieza en algunos músicos (lástima un poco más de precisión en el Finale: Allegro vivace) que probablemente hubieran alcanzado el sobresaliente, pues las ideas que transmitió el Maestro estuvieron siempre claras.
Foto © Marta Barbón - OSPA
Y otro tanto podríamos decir de la Sinfonía nº 2 en DO M, Op. 61 (1845-1846) de Schumann, ya con la orquesta casi en pleno (vientos a dos y timbales) donde brillaron más las maderas que los metales -en especial Ferriol, Mascarell y Weisgerber- y mejor el Adagio expresivo (conmovedor por la conjunción total) que los movimientos más rápidos al percibirse nuevamente la falta de pulcritud necesaria para delinear mejor los exigentes pasajes escritos por el admirador beethoveniano, en una interpretación romántica a más no poder por parte de Manuel Hernández, de gesto elocuente y que transmitió más de lo que recibió. Foto © Marta Barbón - OSPA No podía esperar más de lo deseado para escribir tras el concierto, como suelo hacer siempre que puedo, pues el sabor agridulce y mis querencias me empujaban a plasmar rápidamente estas sensaciones.
Seguiré disfrutando, aunque por separado, de orquesta y director, como supongo lo hayan hecho ellos, pero también preocupado ante lo que se avecina, no ya en el terreno cultural sino el específico musical de una orquesta que necesita urgentemente un titular para afrontar la renovación natural tras 20 años, que para una formación musical son experiencia y no lastre, en una región como la nuestra que puede presumir de tener largo recorrido y también excelentes músicos. "Manolín" es casi de la tierra, por orígenes y raíces, también por derecho propio, esperando tenerle con nosotros más a menudo... Siempre ofrece mucho y musicalmente aún más ("disciplina y respeto"), sería una pena desaprovecharlo. Gracias Maestro.
Foto © Marta Barbón - OSPA
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