Cuando una pareja decide tener un hijo no se imagina al 100% lo que se le viene encima. Tienes una ligera idea, has visto otras parejas, has leído sobre ello, pero sobretodo, has oído cosas bonitas. A excepción del fatídico “problema” del sueño, por lo demás, poca gente te explica verdaderamente que tener un hijo es maravilloso, pero también es duro. Uno de los aspectos que me ha sorprendido al tener familia ha sido que, si no estás bien afianzado con tu pareja, puede ser un grave factor de desestabilización.
De pareja a equipoCuando nace un hijo, el rol de la pareja cambia por completo. El tu y yo desaparece y todo lo que de autonomía tenía. Aparece el Él/Ella, yo (a veces) y tú (cuando me acuerdo)
No es nada malo este cambio de “jerarquía” pero es importante que la pareja lo tenga claro para que las cosas funcionen. Ahora que somos una familia, mi marido y yo nos consideramos un equipo, con tareas asignadas y roles nuevos adquiridos. Es cierto que hay que reservar momentos para la vida en pareja, pero no nos equivoquemos, estos pasan a un segundo (o tercer) plano.
Momentos de nervios¿Quién no ha vivido una noche estelar de largos paseos y llantos inagotables? ¿Quién no ha disfrutado con una velada en la mesa con papilla volando por los aires ante una boca herméticamente cerrada? En estas y otras situaciones del estilo es inevitable que la pareja discuta pero también es importante que sea una discusión “profesional”, centrada en el problema del momento y no sacar los trapos sucios de situaciones previas. Pasada la tormenta, hay que seguir adelante, porque los niños no te dan tregua. Si el malhumor y el desencuentro se apodera de nosotros, la situación se puede hacer insostenible.
Al mal tiempo...Cuando mi marido y yo vivimos alguna de estas inolvidables situaciones, cuando ya se han solucionado, nos reímos recordando las sandeces que nos decimos en los momentos de desesperación. Porque cuando uno lleva días sin dormir más de dos horas seguidas dice muchas sandeces. Vamos, que intentamos no tomar en serio esas palabras dichas en momentos de ofuscación total.
Además de reirnos de lo pasado, intentamos sacar el lado positivo intentando buscar soluciones para que no se vuelvan a repetir. Hablar con tu pareja, aunque sea el poco rato de paz que te dan los hijos es importantísimo.
Su verborrea nos divideCuando pasan a la fase de empezar a hablar y a argumentarlo todo porque parece ser que lo saben todo, utilizan la estrategia napoleónica del divide y vencerás. No sé cómo lo hacen, pero consiguen que de estar enfadados con ellos porque la han liado, nos enfademos entre nosotros y ellos se queden tan panchos observando la discusión de sus agobiados padres. Ante el divide y vencerás, la unión hace la fuerza.
Hay veces que no me gusta la reacción de mi marido ante una travesura de mi hijo. Pero me callo y le dejo hacer. Cuando termina todo, discuto con él para llegar a un entendimiento en la manera cómo educar a nuestro hijo, pero delante de él, lo que dice papá es palabra santa.
Al final, como en todo, el amor, el cariño, la comunicación, consiguen que los padres que un día fueron pareja, asuman su papel con alegría e ilusión.