Revista Libros
-¿Quién?- fue la pregunta que hice cuando supe que el premio Nobel de Literatura del año 2,003 era otorgado a un desconocido de nombre, para mi, impronunciable. Se trataba de Mr. John Maxwell Coetzee, originario de Sudáfrica. Lo dejé ahí y me olvidé de él.
A mediados del 2009, mi hermana menor me invitó a su casa para ver una buena película que había comprado en DVD, de nombre Desgracia, protagonizada por John Malkovich, uno de mis actores preferidos.
La película me impacto, al margen de escuchar a Malkovich con un inusual dejo español, realmente me pareció buena. Y mayor fue mi sorpresa al enterarme que estaba basada en un novela de J.M. Coetzee, premio Nobel de Literatura 2003. - Creo recordarlo - me dije, - pero no he leído nada de él - acoté a continuación; y por supuesto, en los días siguientes se inició la búsqueda del mencionado libro.
La novela narra la historia de David Lurie, un profesor de cincuenta y dos años de la universidad de Ciudad del Cabo, que se siente menos preocupado por la desaparición de un racismo institucionalmente autorizado, que por la entrada del país en una cultura globalizada en la que ve devaluada su devoción por la literatura en general, y el período romántico en particular.
Cuando una de sus estudiantes le acusa de intento de seducción, se le abre un proceso disciplinario al profesor que, no sintiéndose pasar por la obligada expiación pública, deja su trabajo y encara un futuro incierto.
La novela de Coetzee, que había empezado como una sátira universitaria, se va tornando más oscura cuando Lurie va a visitar a su hija Lucy a la pequeña granja que esta posee en El Cabo Oriental. Durante su estancia, tres hombres negros asaltan la casa, violan a Lucy y le provocan serias quemaduras a Lurie.
Ese sentimiento de honor del profesor hacia los cambios del mundo se verá exacerbado con la negativa de la hija de denunciar la violación o abortar el hijo resultante.. Lurie dedica entonces todo su tiempo a un refugio para animales y a trabajar en una ópera que resulta menos interpretable a medida que toma cuerpo.
Distanciado de su hija, Lurie alberga la esperanza de que vuelva a resurgir entre ellos una relación.
Al margen del entorno político que en su momento Coetzee denuncia a través de la crítica al nuevo orden de su país, la postura ética de la novela supone más un desafío que un doloroso realismo por los problemas que en ese momento vive Sudáfrica con el fin del Apartheid.
Esta novela es recomendable para aquellos que buscan nuevos escenarios y distintas realidades en historias narradas.