Revista Opinión
Las estadísticas ya han vendido el pescado, sin dejar que el soberano dicte sentencia. El PP se chupa los dedos. No es para menos; sin quemar calorías, podría llevarse de gorra la mayoría absoluta. Así es la democracia; donde manda patrón... Los conservadores dilataron hasta la hartura la tesis de que el PSOE ganó los comicios de 2004 por la puerta trasera, pero ahora no parecen tan sueltos en admitir que se llevan el premio gordo por cortesía de banqueros y brókeres. La paja en tu ojo, la viga en el ajeno.
Si ustedes lo piensan bien, después de todo, el tiempo pone las cosas en su sitio, invitando a hacer acto de contrición, obligando a reflexionar y corregir. No es mal consejo aprender a ver los momentos de desolación no como un infortunio y sí como una estupenda oportunidad de renovar el fondo de armario y pintar las paredes de casa. Al PSOE le sienta bien la oposición, a modo de descanso y purga; digamos que son las vacaciones del transido guerrero. Ver el toro desde el otro lado de la barrera aviva el ingenio, limpia el club de oportunistas, ineptos y adoradores del poder; la oposición obliga a la modestia y hace pensar a largo plazo, sin los requerimientos del directo y las sirenas del cargo soplando la espalda. La izquierda socialista necesita renovar plantilla y catecismo. El soberano, que no es tonto, se lo ha dejado claro: te ha tocado lidiar el toro más feo y verraco, pero podías haber acabado la faena con más gallardía. Ahora retírate al burladero y deja que otros rematen. Aunque sabemos que la alternativa no es muy seductora y promete meter tijera, cuando no hay lomo, tocino como. La ciudadanía sabe que elige entre guatemala y guatepeor, pero no le queda otra que picar urna con teremeño o quedarse en casa el 20-N. Así están las cosas, y lo que nos queda.
Cuando el PP haga de la capa del contribuyente su propio sayo, quizá los defectos de Zapatero suenen más dulces. Los ciudadanos somos así, votamos como quien deshoja margaritas, a la espera de que el sapo trasmute en príncipe.
Ramón Besonías Román