Lo mismo le ha ocurrido con The Cove, me temo. Dice, refiriéndose a unas imágenes de cámara oculta que aparecen en el film, que son "un ejercicio de destrucción de la imagen que sería aplaudido en la Escuela de Documentales Joseph Goebbels". Me encanta. Es como la ley de Godwin pero desde el principio. Es como, hum, es como si la tuviera interiorizada. «Como refutación a esta crítica -nos diría Alicia Martín si estuviera aquí-, debería bastar la respuesta (obvia) de Sztybel: la literatura y las actividades pro derechos de los animales no promueven el odio hacia los humanos, sino el respeto universal» *.
Después de esta pequeña introducción, procedamos brevemente a desmontar (o tratar de desmontar) los argumentos y afirmaciones de Santiago:
[El documental sigue] la vía agitprop, entre ignorante, maliciosa, catastrofista y antihumanista del ecologismo radical a lo Greenpeace.Dos objeciones: 1) Lo de "agitprop" está fuera de lugar, a poco que uno se quite las gafas empañadas de prejuicios pseudolibertarios para ver el documental. Tan equivocado está el nazismo y el leninismo como creer que todo es nazismo y leninismo; 2) En primer lugar, creo que Greenpeace se equivoca en algunas cosas (los transgénicos y la energía nuclear no me parecen tan mala idea), pero de ahí a considerarla una organización antihumanista, ignorante, maliciosa y catastrofista, metiendo todas sus campañas en el mismo saco, va todo un camino de Santiago. En segundo lugar, el documental no es ninguna de esas cosas. Al contrario.
También integra el equipo de activistas una campeona mundial de buceo a pulmón que no para de llorar cuando se produce la captura de los delfines, aunque sospecho que no tendrá tantos miramientos a la hora de aplastar cucarachas.Tres objeciones: 1) Decir "no para de llorar" es una exageración, aparte de una descortesía (pobre Mandy). El documental dura 92 minutos. Dudo que los lloros (incluidos todos los lloros y gimoteos que aparecen en la peli) superen el minuto de duración; 2) Que una cucaracha no nos produzca la misma compasión que un delfín no niega que podamos sentir una gran compasión por los delfines. Hay muchos argumentos para preferir defender a un delfín antes que a una cucaracha. Entre el jainismo y el antropocentrismo más cerrado hay muchos matices; 3) No podemos saber si Mandy-Rae tiene "tantos miramientos a la hora de aplastar cucarachas", pero si tengo que apostar, apuesto a que tiene más miramientos que alguien que yo me sé.
Entre un pescador y una foca o un delfín, ¿a quién elegiría usted?Plantea un falso dilema. O elegimos al pescador en detrimento de los delfines o elegimos al delfín en detrimento de los pescadores. Paparruchas. Podemos elegir que el pescador se dedique a otra cosa (sin poner en peligro su supervivencia) y también podemos elegir defender al delfín (concediéndole derechos, por ejemplo). La violencia es el último recurso del incompetente.
Los japoneses pescan a los delfines de una forma tan sangrienta como los gaditanos los atunes en las almadrabasTres objeciones: 1) Que mi vecino le pegue a su iguana y nadie le diga nada no justifica que yo le pegue a mi hámster. La cuestión no es "¿está bien lo que estoy haciendo si mi vecino también lo hace?", sino "¿está bien lo que estoy haciendo?", "¿está bien lo que está haciendo mi vecino?"; 2) Si ambas cosas fuesen exactamente lo mismo, los españoles habríamos boicoteado un reportaje como este, como han hecho los nacionalistas nipones con el documental de los delfines. Pero no lo hemos hecho, así que habrá que preguntarse dónde está la diferencia. Estoy convencido de que si cazáramos elefantes de la misma manera que cazamos delfines (animales tan inteligentes y autoconscientes como los elefantes), la opinión pública pondría el grito en el cielo.
Cuando consigan que los tejanos dejen de hacer barbacoas con carne de vacuno, que se vayan a dar lecciones a los japoneses. Ni un minuto antes.Esa excusa ya la he oído antes (1 y 2). Es una mezcla entre "o todos a la vez o nada" y "tú también, yanki". Recuerdo a Pablo de Lora criticando ese mismo argumento, o uno que se le parece mucho, en el Parlament de Catalunya: «No parece que pueda ser una razón para oponerse a la abolición el hecho de que otras formas de maltrato sean más graves y no estén aún en la agenda de las iniciativas populares que reclaman su desaparición próxima (...) Decir (...) que las corridas de toros [o la pesca de delfines, para el caso] deben mantenerse porque existen otras maneras más crueles de tratar a los animales es tanto como señalar que quien ha cometido un robo no debe ser castigado porque todavía campan por sus respetos asesinos y violadores varios». Ahora bien, no me contradigo si reconozco que es más cómodo ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Si rechazamos la caza de delfines por compasión (o por la razón que sea), habrá que plantearse seriamente si también somos compasivos en casa.
Nada es más relativo que las costumbres gastronómicas [...] Imaginen un documental de hindúes sobre unos mataderos en Madrid, escenario de un genocidio de vacas sagradas, que mostrase a cámara lenta cómo las golpean y degüellan, las manchas de sangre en el suelo, el matarife sonriendo...Tres objeciones: 1) El relativismo cultural, su lado normativo, está equivocado **; 2) No hace falta ver un documental de hindúes pro-vacas sagradas. Ya tenemos Earthlings; 3) Si bien admito que es muy parecido (incluso que lo nuestro es mucho peor en casi todos los sentidos), hay que decir que, estrictamente hablando, no es exactamente lo mismo. El sacrificio de cetáceos dista mucho de ser igual que el sacrificio de ganado.
los japoneses tienen que soportar con estoicismo cómo esa panda de encantados de haberse conocido les acosa, ninguneándolos en el mejor de los casos y chuleándolos en el peor.En todo caso, el acoso viene del lado japonés, no del lado de los "encantados de haberse conocido". En principio, éstos quieren grabar lo que sucede en la cala. Como no les dan permiso (quién sabe por qué, si la matanza de delfines es parecido a chafar cucarachas), deciden infiltrarse a lo James Bond. Por otra parte -lo digo ya para que no se me olvide-, el documental también denuncia la captura de delfines para usos recreativos (delfinarios) y el consumo de carne de delfín por su alto contenido en mercurio. Esto último me parece lo de menos (a no ser que realmente representara una amenaza para la salud, que todavía no lo sé), pero creo que también es importante decirlo.
Para los japoneses, la pesca del delfín es legítima y necesaria. Forma parte de su cultura alimentariaCuatro objeciones: 1) El relativismo cultural sigue equivocado, por lo que no hay ningún "para los japoneses" ni ningún "para nosotros" que valga. En Europa también lo hacemos (1 y 2) y tampoco se me ocurriría decir que para los daneses...; 2) ¿Legítima? Eso habría que verlo; 3) Si por necesaria entendemos que la pesca "forzosa o inevitablemente ha de ser o suceder", entonces no es necesaria. Tenemos más opciones. Podemos dejar de pescar delfines. En cambio, si por necesaria entendemos que hace "falta para un fin", entonces sí: para comer delfines hace falta pescarlos. Pero en ese caso todavía tendríamos que argumentar (dar buenas razones de) por qué es necesario comer delfines; 4) Es muy discutible eso de que "forma parte de su cultura alimentaria". Leo en Infobae (también aparece en el documental) que "muchos japoneses no saben de la caza anual de delfines" y que "la carne de delfín es escasamente consumida en el país". En todo caso, forma parte de la cultura de Taiji (el pueblo donde se desarrolla la "acción") y puede que de algún pueblo más. Pero aun así, que algo sea cultural o tradicional de un lugar no es ninguna justificación ética, que es de lo que estamos hablando, leñe. También es tradicional robar o llegar tarde al trabajo y no por ello lo permitimos.
además, deben ser sacrificadas determinadas cuotas para la protección de sus áreas de pesca.Según el documental, no es cierto que deban ser sacrificadas determinadas cuotas: el problema vendría de la sobrepesca, no de los delfines (este suele ser también uno de los argumentos-mito de la caza deportiva, p. 14). Si Santiago tiene otras fuentes, no lo sabemos.
The Cove es uno de esos ejercicios simplistas y maniqueos, chauvinistas y racistas a los que nos tiene acostumbrados un tipo de documental de moda desde el éxito de Michael Moore, inspirador de este estilo falsamente humilde, superficial y que prefiere el impacto escandaloso antes que el análisis ponderado de un tema complejo, el sermón autocomplaciente por encima de la ambigüedad inherente a una realidad polifacética.Dos objeciones: 1) "Por encima de la ambigüedad inherente a una realidad polifacética"... santo dios, Heidegger ha vuelto. En realidad, el tema es bastante sencillo. O'Barry y Psihoyos quieren que se termine con la pesca de delfines. Para ello, tienen que grabar ciertas imágenes que algunos no quieren que se graben, para que de ese modo otras personas con inquietudes parecidas las vean, se movilicen un poco e invadan el planeta con mensajes de paz y amor, al grito de Heil Delfin!, a ser posible. Más o menos es eso. El resto es cine; 2) Una crítica tan desproporcionada (¡menudos adjetivos!) sólo puede tener un objetivo, grabar a fuego en la mente del lector un mensaje muy claro: no quiero que veas ese documental, no vaya a ser que dejes de leer LD ;-)
No me extraña que en el Occidente que confunde la sensiblería más banal con la civilización triunfe este documental mientras pasa inadvertido EarthlingsDejando a un lado la frase "en el Occidente que confunde la sensiblería más banal con la civilización", que no la entiendo (y si la entiendo, su concepto de "civilización" es una castaña, por no hablar de su concepto de "sensiblería"), Santiago tiene razón en una cosa: es una pena que Earthlings pase tan inadvertida. No estoy de acuerdo, sin embargo, en que The Cove esté triunfando. En Alicante ni la han estrenado. A nivel de premios, puede, pero donde más importa, que es en los cines, no está triunfando. "La película recibió reseñas muy positivas de la crítica, aunque comercialmente fracasó" (Wikipedia).
En The Cove se abusa de las terribles pero bellas imágenes de las aguas tintas en sangre, pero no hay rastro de un debate relevante, honesto y con todas las cartas sobre la mesa acerca de la pesca del delfín.Tres objeciones: 1) Os juro por mi madre que no abusan con la sangre (lo digo porque recuerdo que antes de verla me esperaba algo mucho más sangriento e incómodo de ver). Hay la sangre que suele haber en estos casos, ni más ni menos. O Santiago es muy sensible y todavía se encuentra en estado de shock (lo dudo) o exagera a propósito; 2) ¿"Terribles pero bellas"? Qué poético se pone cuando quiere; 3) Debate relevante parece haber (¿qué hay más relevante que la filosofía moral?), honesto también, otra cosa es que a él no se lo parezca. Admito, eso sí, que es posible que no estén "todas las cartas sobre la mesa" (como tampoco las pone él -¡ejem!- cuando habla de Greenpeace). Por eso le animo a que deje de quejarse y a que concrete qué cartas faltan. Lo llaman predicar con el ejemplo, tengo entendido.
Lo peor de The Cove es que pudiera ser que su tesis fundamental fuese correcta y la pesca de delfines debiera estar prohibida. Pero es tal la manipulación conceptual y audiovisual...Lo mismo se podría decir de su artículo. Estoy convencido de que el documental se puede mejorar (dando al espectador más información, unos juicios más profundos, con entrevistas por ambos lados, etc.), pero ya os digo, si las críticas como la de Santiago fuesen mayoría, este tipo de cine no es que se podría mejorar, es que directamente no existiría. Los directores se habrían pegado un tiro hace tiempo.
Los eco-documentalistas norteamericanos seguramente han jugado de pequeños con peluches de delfín. Y no se come uno a su peluche.Tres objeciones: 1) No más que los niños japoneses. Seguramente hay tantos delfinarios y peluches en Japón como en USA. En Taiji, por ejemplo, puedes ver delfines haciendo el tonto, comprar su carne y regalarle un peluche a tu hija todo en el mismo sitio; 2) De todas maneras, aunque los japoneses, por ejemplo, jugaran con peluches de oso y nosotros muy a su pesar nos cargáramos a los osos, lo último que haría sería escribir una crítica tan desorbitada sobre los eco-documentalistas japoneses. Los japoneses sensibloides estarían en su derecho de querer proteger a los osos. Y nosotros en el deber de escucharles; 3) Este documental sólo es la punta del iceberg. La defensa de los delfines (y la defensa animal en general) viene de lejos.
Por último, pasemos a analizar las imágenes que Santiago escoge para decorar su artículo. Son estas:
Y es que, según él,
es tal la manipulación conceptual y audiovisual (...) que cualquiera con un poco de reticencia crítica ante un intento de adoctrinamiento alzará instintivamente la guardia mental.Primera ley del buen periodista: nunca denuncies una manipulación o intento de adoctrinamiento si vas a utilizar las mismas estrategias de manipulación e intento de adoctrinamiento que denuncias. Honestamente, viendo las imágenes no sé si tengo que tener cuidado con el director (que es un mentiroso) y su documental (que es una manipulación) o con el periodista y su artículo. Me pasa lo mismo con su compañero Jorge Alcalde (director de Quo, para desesperación de algunos), que utiliza la misma imagen de pinocho para desacreditar el documental de Al Gore y, con él, a toda la ciencia seria que hay detrás.
Nota 1: Lo que digo en el post no va a misa. Si bien creo que la argumentación es, las más de las veces, correcta, no descarto la posibilidad de que encontréis errores.
Nota 2: Este es el post número 800, post arriba, post abajo. El blog cumple 2 añitos, mes arriba, mes abajo. Aprovecho para daros las gracias y obsequiaros con este ladrillo en forma de post.
Nota 3: Hay otro documental, La cara oculta de los delfines, que también os puede interesar para saber un poco más sobre la vida de estos animales. Acaba así:
Los antiguos marineros creían que el dominio que los delfines ejercían sobre los mares era algo mágico. Los delfines fueron descritos como héroes en mitos y leyendas. Hoy en día, buscamos aspectos humanos en los delfines. Y los encontramos, tanto en sus conflictos como en las formas que tienen de comunicarse y cooperar, y en su asombrosa capacidad inventiva. Sin embargo, no hace falta mitificarlos o humanizarlos para respetarlos por lo que son(*) Razonar y actuar en defensa de los animales, p. 39.(**) Sobre esta postura: James Rachels, Introducción a la filosofía moral, FCE, México, 2007 (1986), pp. 38-80; Mario Bunge, Filosofía política: solidaridad, cooperación y Democracia Integral, Gedisa, Barcelona, 2009, p. 186 y p. 194; Sam Harris.