Nuestra edad física es sólo un traje que oculta nuestro cuerpo inmortal,. Las arrugas en él dibujadas son el cauce de las emociones vividas , son como ríos que, tras haber enriquecido sus aguas en las tierras andadas, anhelan entregarlas a un mar común lleno de vidas: la humanidad. El viejo camina con su traje que se ha tornado pesado a fuerza de confundirse con él, de olvidarse que debajo vive un ser inmortal, que dispone de la sabiduría de todas las edades para disfrutarlas en todos los momentos. ¿Qué te parece, querido lector, acercarle a este anciano el niño que también es y que debido a sus experiencias “trajeadas” ha olvidado … hacérselo sentir? En su olvido de sí mismo es muy probable que crea que es otra persona, es el engaño de los disfraces …
¿Cuántas veces te has sentido tan pesado como nuestro viejo …? Probablemente, como él, no recuerdes que vives debajo del traje de la edad que marca tu carné de identidad.
¿Qué te parece mirarte no en el espejo en el que sólo se ven los trajes, sino en el de tu corazón, que por cierto siempre te acompaña? Si te observas en él verás tu “cuerpo” desnudo, sin vestimentas …. expresando todas las edades. Ahora, ya puedes imaginarte a tu niño interior sintiendo a tu anciano exterior, acogiéndole, cuidándole … liberándole con su inocencia de las experiencias no digeridas, … parece el mundo al revés, pero no es más que desnudarnos a la sabiduría de todas nuestras edades, que viven en nosotros más allá de todos los trajes que nos pongamos.