Hace unos días hablaba con unos amigos sobre mi decisión de dirigir mi carrera profesional hacia la Orientación Educativa. La mayoría de los comentarios que entonces hicieron fueron algo así como:
Amigo 1: “Eso es lo de los tests que te hacen en el colegio, ¿no?”
Amigo 2: “Sí, el psicólogo, ¿no?”
Amigo 3: “Uy, sí, la orientadora de mi instituto vino una vez y nos dijo qué teníamos que estudiar. ¡Y que teníamos que echar 5 horas de estudio por las tardes!”
Amigo 4: “Pues yo a mi orientador no lo vi en la vida, sólo llamaba a los que iban mal de vez en cuando.”
Desafortunadamente, este tipo de comentarios son muy habituales y es por ello que he creído oportuno escribir estas líneas y desvelar el gran misterio: ¿Qué es un orientador educativo y a qué se dedica exactamente?
El orientador: Ese gran desconocido
En primer lugar, me gustaría aclarar quién es el orientador educativo. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, evidentemente, no lo es. Y, en muchísimas ocasiones, tampoco se trata de un psicólogo. Desde luego, un orientador educativo no cumple las mismas funciones que un psicólogo clínico; no es un terapeuta, no es un “arregla-niños” ni tampoco se dedica a “curar” a nadie. Se trata de un profesional experto en Pedagogía, Psicología o Psicopedagogía y, por lo tanto, su función principal (que será detallada más adelante) será la de asesorar a la comunidad educativa en relación con los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Asimismo, a pesar del general desconocimiento en cuanto a esta figura se refiere, podemos encontrar orientadores en casi cualquier etapa educativa en la que nos fijemos. Por un lado, en la etapa Primaria, el orientador se encuentra en los Equipos de Orientación Educativa (EOE), formados interdisciplinarmente por varios profesionales (médicos, maestros, logopedas, etc.) y que se encargan de distintos centros de una misma zona. Por otro lado, en Educación Secundaria, lo podemos encontrar en el Departamento de Orientación, formado por dicho orientador, el maestro de pedagogía terapéutica (PT) y el profesorado de apoyo. Además, a nivel provincial se cuenta con los Equipos de Orientación Educativa Especializados, que se encargan de actuar en casos de necesidades específicas de apoyo educativo (Trastornos de conducta, auditivos, motóricos, Altas Capacidades, Atención Temprana, etc.), así como algunas universidades también cuentan con una oficina de información y orientación para estudiantes universitarios.
Ámbitos de intervención de la Orientación Educativa
Son muchísimas las tareas que este título abarca y cada una de ellas conlleva un proceso lento y continuo. No obstante, podríamos dividirlas en tres grandes bloques:
- Orientación vocacional (o académica y profesional): Es la que nos suele sonar a todos cuando oímos hablar de Orientación. La Orientación Vocacional tiene como fin guiar al alumnado en su toma de decisiones respecto a las distintas alternativas con las que cuenta en su futuro académico y/o laboral. Es importante destacar que este ámbito de la Orientación no tiene lugar sólo en las etapas finales (esto es, 4º de ESO o 2º de Bachillerato), como podría pensarse, sino que debe tener lugar a lo largo de toda la trayectoria educativa; no podremos tomar una decisión tan importante sobre nuestra vida si no conocemos en profundidad nuestra realidad, nuestros intereses, nuestra personalidad… Por ello, la Orientación Vocacional engloba tanto aquellas actuaciones relacionadas con el asesoramiento sobre los distintos itinerarios de los que se disponen al finalizar los estudios como aquellas otras (previas) relacionadas con el autoconocimiento y el desarrollo de capacidades para la toma de decisiones efectiva. Asimismo, señalar también que el papel del orientador aquí se limita a guiar y a ofrecer información sobre las distintas alternativas y su actuación nunca, nunca, nunca tiene carácter prescriptivo; es el/la estudiante quien debe tomar la decisión sobre su vida académica y profesional, con la ayuda que necesite.
- Atención a la Diversidad: No todos tenemos los mismos recursos y capacidades, intereses y motivaciones, estilos y ritmos de aprendizaje, o situaciones familiares/sociales/culturales/etc. Por ello, la Educación debe ser flexible y adaptable, favoreciendo así el desarrollo integral y óptimo para todos. La tarea orientadora, en este caso, consiste en adaptar la respuesta educativa a cada caso.
Retomemos las palabras de mi Amigo número 4: “Pues yo a mi orientador no lo vi en la vida, sólo llamaba a los que iban mal de vez en cuando.” Este modelo clínico donde se concibe al orientador como el “arregla-niños” del centro, queda totalmente obsoleto a la hora de definir la tarea orientadora; la Atención a la Diversidad trata de atender y dar respuesta a las diferencias del alumnado en su totalidad en su proceso de enseñanza-aprendizaje y, para ello, pone en marcha diferentes medidas y estrategias, desde realizar evaluaciones psicopedagógicas (las cuales son, más bien, una de las herramientas para detectar necesidades y dar respuesta, y no respuestas en sí mismas) hasta adaptar el currículo y ofrecer itinerarios educativos alternativos en función de cada caso.
- Acción Tutorial: Se trata del conjunto de acciones educativas dirigidas a conseguir el mencionado desarrollo integral del alumnado, teniendo en cuenta no sólo los aspectos más puramente académicos, sino aquellos sociales, emocionales y culturales, para conseguir así el desarrollo de capacidades básicas para la vida, como pueden ser la toma de decisiones, la autonomía o la adquisición de valores prosociales. “¿Pero esto no es lo que hacen los tutores?”, pensaréis. Y, en realidad, no os equivocáis del todo, aunque cabe hacer un pequeño (pero esencial) apunte: la Acción Tutorial es una tarea colaborativa que lleva a cabo el tutor, compete a todo el equipo docente y coordina, asesora y dinamiza el orientador. Pensad por un momento: ¿Cuántos estudiantes había en el centro en el que estudiasteis? ¿Y cuántos orientadores había para atenderlos? La Orientación debe estar “entretejida” en la educación y en el aprendizaje y es por eso que debe implicar a otros agentes educativos en el proceso, así como debe traspasar las barreras de la “hora de Tutoría” y trabajarse dentro de las demás áreas de conocimiento de manera transversal. Así, y sólo así, la Acción Tutorial tendrá la continuidad y coherencia que le corresponde, y no estaremos aprendiendo sobre educación sexual o hábitos de vida saludable en el vacío como aprendizajes sueltos. No debemos olvidar, en este mismo sentido, que las actuaciones han de ser flexibles, adaptadas y contextualizadas al alumnado y sus características e intereses.
Hay Orientación más allá de los tests
De las anteriores líneas podemos extraer una idea clara: el orientador no sólo pasa tests ni aparece sólo cuando hay problemas que arreglar. Nada más alejado de la realidad; la orientación debe estar integrada en todo el proceso educativo, así como debe ser, ante todo, preventiva.
Asimismo, como se ha mencionado, la Orientación es una tarea colaborativa que compete a toda la comunidad educativa (profesorado y familias incluidos). El hecho de que el alumnado apenas vea al orientador puede ser síntoma de dos polos contrarios: por un lado, puede ser algo negativo, porque no esté haciendo todo lo que debería hacer; y, por otro, puede ser positivo, porque precisamente esté haciendo su trabajo de la mejor de las maneras posibles. Y es que, al fin y al cabo, el orientador debe dinamizar y coordinar esfuerzos con el objetivo final de que el centro en su totalidad asuma la tarea orientadora como propia, convirtiendo “educación” y “orientación” en sinónimos y fomentando, así, el verdadero desarrollo global de las personas.