Las principales quejas que emplean los independentistas catalanes para exigir su divorcio del resto de España son que esta “no nos quiere”, y además “ens roba”.
Es la misma actitud despechada que expresó Isabel Pantoja ante los jueces contra un novio que le era infiel y le quitaba su dinero.
Arcadi Espada, gran periodista-analista catalán, acaba de recordar que los políticos separatistas están sitiados por un ejército de “mujeres y monjas con mando en plaza”.
“Son representantes preclaras de la reacción, de la cursilería, del irracionalismo, que igual recomiendan no vacunar a los niños como separarse de España. Y que exhalan un profundo olor a sacristía”.
Sometiendo implacablemente a Artur Mas a la ruptura aparecen la Asamblea Nacional Catalana y Omnium Cultural, presididos por Carmen Forcadell y Muriel Casals, respectivamente.
Aunque Espada no lo dice, para este cronista son dos señoras que, o les obedeces o te dan de puñetazos; como también las monjas telepredicadoras radicales Teresa Forcades y Lucía Caram, y las influentes histéricas Pilar Rahola y Karmele Marchante, líderes del frente intelectual telebasurero.
“Los españoles no nos quieren y nos sisan la compra”, gritan estas independentistas, cuando en realidad los ladrones son sus maridos tenderos, como el todopoderoso Jordi Pujol, al que Marta Ferrusola convertía en un calzonazos en su casa, como sabemos ahora.
Y los tenderos, para no enfrentarse a sus dominantes dueñas, adoptan una actitud amilanada, de dependencia y sumisión, que tapan con gritos contra los clientes; algunos se marchan ya sin comprar.
El gran ejemplo de este nacionalismo despechado y feminoide es el de Oriol Junqueras, que llora públicamente pidiendo la independencia entre gimoteos, suspiros y lágrimas, como los maridos baldragas que si no consiguen lo que les exige su mujer reciben una tunda de escobazos al llegar a casa.
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SALAS