Despedida

Nunca me gustaron las despedidas. Quizás por el hecho de vivir alejada de mi familia y de mis amigos de la infancia, la adolescencia y la juventud, cada año tengo el terrible peso de despedirme de quienes más quiero, sabiendo incluso que a algunos de ellos no volveré a verlos. Me pasó por ejemplo, con mis abuelos. Cada despedida me parecía la última y ese dolor es lo más parecido a un desgarro en el alma.

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Sin embargo, a este año le digo adiós con mucho gusto. Quiero que se vaya de una buena vez, que se aleje y deje paso a nuevas ilusiones, expectativas y proyectos. Y aunque no soy persona de soñar con imposibles, confío en que traiga más trabajo, más esperanza y sobre todo, salud para quienes la necesitan. Me despido con un adiós muy grande a las altas tasas de desempleo, a los recortes en educación, en sanidad y en ciencia, a las becas para estudiantes que se perdieron por la ineptitud de este gobierno, a la falta de concienciación ambiental y a quienes han sido condenados de manera injusta, con la esperanza de que 2014 nos traiga todo lo contrario. 2013 se llevó a varios seres queridos aunque no ha logrado arrancármelos del corazón.

Pero también quiero despedirme con gusto de este blog, al que abandonaré temporlmenta a partir de febrero por motivos personales. Fueron seis años maravillosos en los que coseché nuevos amigos y fundamentalmente, aprendí muchísimo. Me voy felíz por todo ello y porque sé que me recibirán con los brazos abiertos cuando decida volver. Así lo hacen siempre todos aquellos que quiero y a quienes no dejo de agradecer ese abrazo cálido y fuerte de bienvenida y quizás por eso, después me cueste tanto decir adiós.