Por Raúl Bracho
Negras y llenas de llanto las letras de mi teclado, triste mi alma como jamás lo estuvo, el rumor de clarines guerreros… “dragones de acero que guardan la patria que el cielo nos dio, patria, patria querida tuya es mi alma, tuya es mi amor”. Despedida, esa fue tu despedida, llanero grande, soldado eterno, comandante libertador Hugo Chávez Frías. Has dejado tu espada en las manos de tu hijo Nicolás Maduro, la de Bolívar en mi puño y en tu pueblo.
Esta hora de dolor es la hora de abrir el camino a la marcha indetenible de la revolución, nunca se apagará esa voz que nos enamoró de patria, jamás camarada estarás ausente, no has arado en el mar, estas en este silencio enorme que recogió a la patria en una sola lágrima esta tarde del 5 de Marzo, ya te siento convertirte en eterno, junto al Che, junto a tu padre, al nuestro, a Bolívar.
Hay horas de la vida que son como esta, en la que difícil es hasta respirar para seguir vivo, que ahogan el latir de nuestros corazones de tanto dolor que se agolpa de repente; tu orden hay que cumplirla como sortilegio para saltar la muerte que se ha llevado tu cuerpo y desatar la furia eterna de tu espíritu.
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