¿Listos para despertar nuestro niño interior? Sí, está, solo un poco dormido, pero hay que sacudirlo un poco
Hoy les propongo que hagan lo que les gusta, lo que hacían cuando eran niños sin cuestionarse, sin ningún tipo de pudor.
Decime si no pasás por una plaza y te morís por tirarte de ese tobogán. ¿Y que hay de esas ganas de volver a sentir que tocás el cielo hamacándote? ¿Y qué te lo prohíbe? ¿Qué excusa necesitás? ¿No tenés hijos, sobrinos o ahijados? No importa. ¡Con tus ganas de jugar alcanza!
Buscá la plaza más cercana, esa donde vas a tomar mate y ¡animate! Podés esperar que no haya muchos niños jugando si te sentís incómoda/o al principio. Y subite a ese tobogán que te invita a deslizarte, soltá el control por un momento y dejate llevar.
Ese tobogán que te enseña que no importa cuántas veces te caigas, siempre podés volver a levantarte y seguir.
Y seguro te sientas más poderoso o poderosa, quizás algunos miedos no estén. Quizás recuerdes momentos y sensaciones de todas las veces que te deslizaste. Quizás solo seas y no pienses. Quizás descubras cosas nuevas.
O quizás la hamaca te invite a querer tocar el cielo con las manos, ese que parece tan alcanzable desde ahí arriba.
Aprendiste a tomar impulso y a subir, te arriesgaste llegando un poco más alto y conocés tus límites.
Aprendiste que para avanzar a veces hay que retroceder. Que incluso es necesario, primero las piernas adentro, hacia atrás (introspección) para luego extenderlas impulsándote hacia lo más alto (extroversión) superándote a cada momento, pero lo más importante, compitiendo solo con vos, yendo un poco más allá, un poco más arriba que antes, aceptando tu propio proceso y valorando el esfuerzo que vas realizando.
¿Y que tal si tenés un aliado de juego? Un amigo, hermano, pareja. Arriésguense, el sube y baja los espera, enseñándoles el equilibrio de las relaciones, que alguien siempre tiene que ceder, que a veces uno está arriba y otro abajo, pero todo es un balance perfecto si todos ponemos un poco de cada uno. Qué lindo es ver disfrutar al otro, cuando vemos que llega a lo más alto, a veces con miedo, y nosotros apoyando y sosteniendo, esperando nuestro turno, sintiendo como vamos subiendo. Y a veces están esas caídas bruscas, que solo nos permiten subir, haciendo pie, haciendo fuerza para volver a resurgir. El juego de la vida, ni más ni menos. Animate. Tu niño te espera para recibirte con los brazos abiertos
Espero sus comentarios y sensaciones para seguir creciendo juntos Gracias por ser parte del juego de la vida