Parece que apenas fue ayer cuando temerosos dejamos a Constanza a la entrada de la primaria. Me palpitaba el corazón al ver a todos esos niños tan enormes, tan mayores, con los que ahora mi bebé conviviría a casi diario.
Sí, parece que fue ayer cuando nos despedíamos del preescolar y con lagrimas en los ojos escuchábamos a los pequeños cantar: Volaré, volarás.
Yo no estaba tan conforme con la escuelita que nos había tocado, pero la que yo había elegido ya no tenía cupo. Y mira, sin quererlo, ahí se nos fueron los seis años completos. Me sentía tan perdida, veníamos de un preescolar dónde la comunicación entre padres y profesores era primordial, dónde a diario recogía a mi hija hasta la puerta del salón y la miss nos comentaba como había sido su día. Ahora ni siquiera conocía a la profesora y no estaba permitido el paso a las aulas. El cambio fue tan radical pero Constanza siempre se mostró tranquila, preparada para lo nuevo y no me quedo más que adaptarme a los nuevos ritmos, a la calma de mi hija y aprender de ella que estaba tan feliz.
Y me prometí cambiarla en cuanto pudiera, pero cuando menos me di cuenta, Constanza ya había formado lazos estrechos con sus compañeros, ya había hecho amistades y también ya se había ganado algunos corazones de los profesores. No hubo más remedio que respetar los procesos de mi hija y aceptar las cosas como venían. Y así se nos fueron ya seis años.
Ví a toda una generación crecer. Les cambio la voz, les cambio el cuerpo, les cambio la carita de niños. Ahora ellos son esos mayores que le abren paso a nuevos ºbebésº que están por llegar.
La nostalgia me invade cuando repaso una a una las fotografías que hemos hecho a lo largo de este proceso. Pienso que ahora tomarán caminos distintos, y se me parte el corazón al saber que se van a quedar atrás tantos momentos, tantos recuerdos, ahora cada niño tomará un rumbo distinto. Voy a extrañar tanto a muchos de los compañeritos de Constanza, a esas amigas con las que echo raíces mi hija, con las que compartió tardes de risas, de alegrías, de juegos y de sueños. Por las aulas se quedan sus pasos traviesos, sus risillas, y en los baúles esos juguetes arrumbados que ya no salen más, porque ahora prefieren otras tantas cosas, ahora tienen otras inquietudes, ahora la niñez ya se les va.
Ahora mientras escribo esto siento algunas ganas de llorar. Me encariñe con los niños, me encariñe con las mamás, y aunque se que algunas veces nos podremos volver a ver, reunirnos de vez en cuando, estoy consciente que nada ya será igual, a partir de aquí comienza una nueva etapa, otro cambio y nuevos retos que afrontar. No nos volveremos a parar en la primaria a esperar, no volveremos a estar todas por las mañana en la ceremonia, todas tomaremos rumbos distintos.
Sin embargo, quiero desearles lo mejor a todas y cada una de esas mamitas con las que compartí momentos inolvidables, y sobre todo a cada uno de esos pequeños les deseo lo mejor de la vida y del mundo. Que sepan afrontar con inteligencia cada reto nuevo que venga, deseo que no olviden que tienen a lado la mano de mamá, papá, la abuelita, que sepan escuchar los consejos de los adultos, que aprendan a distinguir entre lo bueno y lo malo de la vida, que jamás vean como enemigos a los adultos que los rodean, que vayan con cautela por el mundo, que se dejen guíar, que aprendan a escuchar. Deseo que cumplan todas sus metas, sus anhelos, que no se rindan, que no se den por vencidos. Que por dura que se ponga la vida, jamás lo dejen de intentar. Les deseo absolutamente lo mejor. No corran jovencitos, vayan despacio, no tengan prisa por crecer, la vida hace por si sola su trabajo, no hay necesidad de apresurarla. Espero verlos a todos en la cima de sus sueños.
Y ni hablar, para Constanza deseo lo mismo. Mi niña bonita, mi niña adorada. Quiero que sepas que jamas soltaré tu mano, que estoy aquí para afrontar los nuevos retos que vengan. No tengas miedo, no hay nada que no puedas lograr. Concentráte en las cosas importantes de la vida, en lo esencial. Aprende a distinguir en que vale la pena y en que no invertir tu tiempo. Preocupate por cultivar tu alma y tu corazón. Y procura ser siempre una persona de bien, de sentirte orgullosa de tus actos y de tu ser. También a tí, deseo verte en la cima de tus sueños.
Con cariño siempre, mamá Wendo.