Estas complejas problemáticas humanitarias son tratadas con ese "buenismo" propio de la ortodoxa corrección política, lo que implica circundar o directamente sumergirse a pleno pulmón en el maniqueísmo, algo que le podría restar credibilidad. Pero no es ese el caso, el relato posee la suficiente fuerza expresiva y de denuncia como para eludir los defectos dualistas, y la habilidad narrativa precisa para hacerse con el televidente y que no tenga otra opción que inclinarse indefectiblemente por el bando del que sufre, incluso por encima de una legalidad propia de un Estado de Derecho homologable con cualquier otra democracia avanzada. Aquí no hay cabida para las virguerías técnicas o concesiones a la galería con vista a los índices de audiencia, en este caso Netflix, ya que lo importante es concienciar, dar voz a quién carece de ella y poner sobre la mesa un problema que afecta en mayor o menor medida a todos los países del primer mundo
Puntuación @tomgut65: 6/10Revista Cine
Durante seis capítulos se entrelazan cuatro puntos de vista distintos con respecto a los inmigrantes y refugiados; en primer lugar, la perspectiva de un parado obligado a aceptar un puesto de guardián en un centro de detención de extranjeros en situación ilegal, para seguir con la óptica de una mujer con graves problemas psiquiátricos que por diversas circunstancias acaba internada en el CIE, en tercer término una familia afgana que busca acogida desesperadamente y, finalmente, los conflictos éticos de una funcionaria del departamento de inmigración. La producción -encabezada por la insigne Cate Blanchett que además se reserva un pequeño papel- toma partido incondicional por la parte a todas luces más débil, la de las personas obligadas a expatriarse y a padecer malos tratos e injusticias en un país moderno y democrático como en el caso de Australia, donde transcurre casi toda la acción.