Revista Cultura y Ocio
Polis
A fuerza de manosear las palabras con ignorancia obscena, no sólo les hemos faltado al respeto, sino que hemos perdido su sentido. Y el sentido de las palabras está íntimamente ligado con el sentido de nuestros pensamientos. Así que empiezo a sospechar que ese manoseo no es inocente o casual. Más bien otra estrategia de quienes quieren mandar para poseer.
Se escuchan en estos días discursos sobre la bondad de la "despolitización" de las cajas de ahorro. Lo dicen, precisamente, los políticos, y el pueblo aplaude ese tipo de ideas porque se entiende lo político como un ejercicio de poder siempre rayano con la corrupción, como una enfermedad de las sociedades avanzadas. Quizás convenga recordar que la etimología de tan denostada palabra es el concepto griego de πoλις, "polis", literalmente "ciudad", aunque en él también se asientan las bases del concepto de lo público, de lo común, de lo que es de todos. ¿Por qué despreciamos precisamente esto? Seguimos yendo a votar, aunque hagamos alarde de creciente escepticismo, para después considerar que quienes ostentan el poder lo hacen por sí mismos, como acción personal o de partidos, y no nos sentimos afectados. Claro, es cómodo verlo así... Un pequeño ejercicio de unos minutos de talante democrático cada cuatro años y vuelta al egocentrismo de la comodidad, de la ausencia de responsabilidades ciudadanas incómodas y trabajosas. En esto estamos, y así nos roban lo que es de todos para ponerlo en las manos y en los bolsillos de propietarios privados. Que eso sí que lo respetamos a ultranza, lo de la propiedad... Y lo único que mantiene, o quizás debería decir mantenía, el equilibrio entre lo que es de cada quién y lo que es de todos, es decir, la política, desaparece bajo una grosera lluvia de ineficacias, corruptelas, vanidades y mentiras. Pero no reivindicamos recuperar la dignidad de lo político, sino que preferimos despolitizarnos, desentendernos. Así, entre el PP y el PSOE, en lo que atañe a nuestro minúsculo espacio político en el planeta, eso que llamamos España, van despolitizando, unos más que otros, privatizando de todo, poco a poco, pero sin pausa: energía, transporte, educación, comunicaciones, información, sanidad, banca, obras sociales... Se va despolitizando la gestión, y así se deja espacio suficiente para despolitizar también la propiedad. Lo llaman "liberalismo", ausencia de control... ¡Mentira! En todo caso, ausencia de control público, es decir, político, es decir, de todos, para cederlo al control propietario, negociante, avaro, egoísta, ese control que fomenta las crisis económicas para abonar con miedo y otras basuras el terreno del estado, cosechar en tierras públicas y almacenar en graneros privados. Y a muchos les parece bien, incluso a muchos pobres... Sugiero acudir más a los diccionarios y menos a la televisión.
Las etimologías aún podrían salvarnos...
Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
("Los justos", de Jorge Luis Borges)