Hay un dicho muy popular entre los Residentes. Cuando empiezas una residencia harás una de las siguientes tres cosas: te casas (o te vas a vivir junto a tu pareja), te compras un piso o te compras un coche.
El tema de la boda va a esperar, al menos, una temporada. El coche me parece un suplicio mientras no tenga una plaza de garaje. Además, conduzco especialmente mal en cuestas y XAUEN está llena de ellas. Supongo que lo más parecido a estas tres cosas será emanciparme e irme a un piso de alquiler.
Los años de residencia son muy exigentes con el tiempo. Suelo tener problemas cuando quiero quedar con más de un amigo residente a la vez. Una vez embebido en la dinámica laboral te encuentras inmerso en el flujo de un río turbulento y sin control. Es como si estuvieras siendo arrastrado por la rutina hacia el mar de la tranquilidad eterna.
Hace un tiempo Emilienko hizo una entrada en su blog comentando lo exigente que era con él su trabajo de médico. Incluso había dejado un poco de lado sus archiconocidas aventuras Pokémon.
Ahora mismo en medicina de familia tenemos muchos frentes importantes abiertos. Por supuesto, uno de los más importantes es el tiempo usado con los pacientes y la consabida sobrecarga asistencial. 5 minutos por diagnóstico parece un examen práctico continuo. También podría hacer referencia a la incertidumbre laboral, pues los médicos no vivimos ajenos a la realidad actual.
En distinto orden de prioridades, venimos demandando desde hace tiempo algo más de competencias. Por ejemplo, que se nos reconozca nuestra labor asistencial pediátrica para con este sector de pacientes a nivel de atención primaria. La posibilidad de tener un día a la semana para visitar a nuestros pacientes hospitalarios e ir viendo su evolución. También la venta de fármacos por tiempo estimado de necesidad (véase antihistamínicos en alergias estacionales) en lugar de sobrecargar con cajas al paciente y las arcas del sistema sanitario. Sin olvidar en mi comunidad autónoma la gran idea de no tener conectadas las bases de datos de hospitales y centros de salud por el motivo que sea. Sí, después de que se termine la caja de pastillas del reumatólogo tendrás que ir al médico de atención primaria a por la receta, con la consiguiente pérdida de tiempo para ambos.
El otro día vi al hijo de uno de mis vecinos jugando en el patio. Tiene unos siete años, y el padre tiene un cargo de esos en Junta, UGT (o algo parecido). El suéter de su hijo valía más que la suma de los zapatos, pantalones y camisa que llevaba en ese momento. Casi fui capaz de ver su vida pasar ante mis ojos:
Una niñez y adolescencia pasada en colegios concertados. A los catorce años ingresará en urgencias para un lavado de estómago por intoxicación etílica. Perderá la virginidad sobre los quince años, quizás con una prima mayor o una compañera de clase. Estudiará Administración de empresas, Empresariales, Derecho, Economía o una combinación de las mismas en una universidad concertada (la UPO si se queda en Sevilla). Luego de acabar sus estudios hará un máster y entrará a trabajar en la junta de Andalucía tras unas oposiciones.
Una vez entre en "La Junta", su vida será parecida a la de otro vecino que entró hace poco. Usará el aparcamiento de su padre para dejar su Mercedes deportivo. Se emancipará de casa a una VPO de lujo. Se casará dos veces, del primer matrimonio quedará un niño y una parejita del segundo. Mientras tanto viajes, relaciones interpersonales con diversos políticos y demás gente de bien, buena comida y hoteles. Todo muy importante y trascendental. Con cincuenta años le diagnosticarán hipercolesterolemia y un estado de "pre-diabetes". Con un poco de suerte sobrevivirá a su primer infarto. Convivirá con su "síndrome metabólico" muchos años, saboreando en su jubilación la generosa pensión por sus esfuerzos denodados como funcionario. Morirá viejo a causa de algún tumor o fallo cardíaco. Toda su vida habrá cumplido perfectamente su papel de engranaje en la sociedad.
Me preocupa convertirme en un hombre gris. Tal vez el año que viene tenga guardia y no recordaré la fecha del día del orgullo friki, y sólo la piense unos minutos de refilón tras verlo en un periódico. Vivir una vida anodina, siguiendo por inercia el camino que se presenta ante mis pies. Sentir que, en realidad, mi vida (y las de muchos) no tenga un sentido más que pasear átomos de carbono, nitrógeno, hidrógeno, oxígeno, etc. antes de entrar en descomposición. O antes de ser quemado y que mis cenizas sean arrojadas a la suciedad de un río urbano.
Os dejo una canción para reflexionar que expresa mis temores, mejor de lo que yo puedo hacer: Little Boxes de Marvina Reynolds:
Little boxes on the hillside,
Little boxes made of ticky tacky,
Little boxes on the hillside,
Little boxes all the same.
There's a pink one and a green one
And a blue one and a yellow one,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.
And the people in the houses
All went to the university,
Where they were put in boxes
And they came out all the same,
And there's doctors and lawyers,
And business executives,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.
And they all play on the golf course
And drink their martinis dry,
And they all have pretty children
And the children go to school,
And the children go to summer camp
And then to the university,
Where they are put in boxes
And they come out all the same.
And the boys go into business
And marry and raise a family
In boxes made of ticky tacky
And they all look just the same.
There's a green one and a pink one
And a blue one and a yellow one,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.
Words and music by: Malvina Reynolds; copyright 1962 Schroder Music Company, renewed 1990.