Revista Opinión

Después de mí…

Publicado el 26 julio 2012 por Miguelmerino

Estimado Sr. Craso: 

Sólo unas letras con la malsana intención de ponerle al día, bien que a grandes rasgos, sobre lo acontecido desde su repentina e irreversible marcha, no tan lejana. 

Como por algo he de empezar, le diré que su empresa, aquella en la que se miraba cual espejo mágico, aquella que si usted faltaba cinco minutos se iría irremediablemente proa al marisco, se ha convertido en la empresa referente del sector, gestionada por un consejo de administración que le marca los objetivos al grupo gerencial. Los beneficios han crecido de manera espectacular. 

Con el producto de esta modernización y puesta en valor de la empresa, su figura de porcelana fina, también conocida como santa esposa, por cierto única y exclusiva promotora de todos estos cambios, se ha ido a vivir a una urbanización exclusiva y pasa no menos de seis meses al año viajando por todo el mundo. Tanto en sus viajes, como en su vida sedentaria, goza de la plena compañía, y acertará usted si le aplica al adjetivo plena todo el amplio significado que sea capaz de extraerle y aun alguno más, le decía que goza de la plena compañía de la Srta. Rita. Sí señor, esa misma Srta. Rita que fue su secretaria para todo, teniendo ese todo igual de amplio el significado. Se conoce que el dolor de la pérdida unió ambos corazones y se fundieron en uno, no sólo los corazones, le añadiría si mi carta tuviera un cierto matiz de chismorreo, que desde ya, por supuesto niego. 

Por otra parte, su hija, esa que educó con tanto amor para ser buena esposa y madre, y por ese orden además, ha realizado el mejor de los matrimonios posibles, aunque a lo más que llegará en cuanto a maternidad, será a madre superiora, pues se internó en un convento de clausura y ya ha profesado como carmelita. Menudo pisto se puede dar usted, tener como yerno, no a un dios, sino a Dios

En cuanto al hijo de sus entrañas, continuador de la dinastía y forjado desde su más tierna infancia a su imagen y semejanza, colgó la carrera de Empresariales a falta de dos asignaturas, metió en una mochila lo imprescindible, desde ya le advierto que su concepto de imprescindible y el de su hijo se parecen lo que un huevo a una castaña, y está recorriendo el mundo sumando experiencias según su propia expresión. Experiencias, que dicho sea de paso, se han convertido hasta el momento en tres excelentes libros de viajes, con gran éxito de público y crítica y está en máquinas un cuarto libro que promete mejorar los anteriores, aunque sólo sea por el oficio adquirido con los tres primeros. 

Como puede ver, aquella frase tan usada por usted de: “Después de mí, el diluvio”, se ha demostrado inexacta. Apenas un pequeño y benefactor chirimiri y el sol sigue dorando las uvas en otoño y con mejor criterio si cabe. 

Creo haber cumplido el objetivo que me marqué al iniciar esta carta, y para que pueda salir a tiempo rumbo a su destino, la doy aquí por finalizada. Veo que la cigüeña del campanario de la iglesia está preparando ya su viaje migratorio y tengo la intención de hacerle llegar esta carta por este medio. Mis cábalas he hecho para llegar a esta conclusión. 

Queda suyo afectísimo, s.s.s. q.e.s.m. por más fría que la parca la haya dejado.


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