Hace mucho tiempo que no escribo, ahora me resulta difícil, pareciera como si empezara de cero. Tal vez así es, simplemente estoy reiniciando y me siento un poco incomoda, un poco ajena y sin embargo los deseos pesan más que el “miedo”.
Ha pasado más de un año que no me siento frente al monitor y eso me hace pensar en las miles de oportunidades que he dejado pasar, todas las cosas que me hubiera gustado decir y todo lo que se fue de mi memoria (porque es inevitable que llegue el olvido).
Todo este tiempo no ha sido desperdiciado, lo he aprovechado y mucho, cada día y cada instante me otorgaron experiencia y sabiduría y al final agradezco al tiempo y a mí misma el devolverme la oportunidad de hacer lo que más me gusta.
Desafortunadamente no todos tienen esta magnífica oportunidad: hacer lo que te gusta. Parece sencillo y mucha gente lo dice pero no hay nada más difícil que llevarlo a cabo. Hay muchísimos factores que intervienen para que alguien haga lo que realmente le apasiona porque en el mejor de los casos puede ser que tengas el recurso pero no el tiempo o a la inversa, puede ser que dispongas de tiempo pero estés falto de recurso. Yo entro en el primer grupo, para escribir no es necesario invertir demasiado, basta tener una pluma y papel (o una laptop si nos ponemos en modo exigente), pero mi mayor esfuerzo es al momento de “hacerme un tiempo”. Total y absolutamente complicado, más no imposible (ahora lo sé).
Trate de “hacerme un tiempo” durante meses y de un modo u otro no encontraba el espacio, el momento o las circunstancias idóneas. Salud, familia, trabajo. Todos ellos factores que intervinieron en mi total separación con la escritura pero hay un aspecto fundamental que también tuvo mucho que ver en ello. Yo.
Al principio el motivo era real, mi trabajo era absorbente, el trayecto de la oficina a casa era tedioso y muy largo y al final llegaba tarde y muy cansada teniendo que cubrir obligaciones del hogar. Después, eso se convirtió en un lastre. Llego la oportunidad de un negocio al que obligadamente tenía que concederle todo el tiempo posible y más tarde ocurrió otra cosa y luego otra y otra y otra más, hasta que mi propio cuerpo reclamo.
La verdad es que en el fondo creo que todo fue un pretexto enorme y prolongado, no por el hecho de que no quisiera escribir, sino por una especie de “bloqueo” que me negué a identificar como tal y preferí anteponer cualquier otra cosa que reconocer que mi creatividad estaba adormecida.
En fin, la cosa es que estoy de vuelta. Ahora estoy bajo un estricto tratamiento médico que contradictoriamente me ha dado cierta estabilidad emocional y me ha restado mucho del estrés que traía cargando. Vuelvo con muchos ánimos, con todas las ganas de comerme al mundo y de dejar ese “Bloqueo” en el ayer.
Sé que hasta los grandes escritores tienen bloqueos mentales, desconozco si han sido tan largos como el mío, sin embargo eso no es relevante. Tratare de estar, por el gusto de estar.
Tu ¿Has tenido algún bloqueo? Cuéntame… Compartamos.