Están cerca, y a la vez a kilómetros de distancia.
Se conocen, pero son como extraños.
Intimaron, pero bordean la superficie. Una capa tan fina como impenetrable que los intimida a tal punto de la inacción. Temen porque no saben jugar. Desconocen las reglas, si es que confían en que ellas existen.
Se miran, se esquivan. No se ven.
Extraños conocidos.
Conocidos que se extrañan.
Deseos en el medio de la nada.
Deseos desechados, desperdiciados, regalados.
Deseos inconclusos, inacabados, rifados.
Quién sabrá el valor de tus deseos. Quién conocerá el valor de mis deseos. Quién sabrá…
Perfumes que develan una identidad que necesita ser hallada.
Sueños, desvelos y una revolución que lacera y carcome lo que ya no queda por quemar.
Un orificio imperceptible al ojo, que de encontrarse, hallaría el tesoro más preciado. Cerrar la fisura por donde se fugan las micropartículas de furor explícito.
Uno, diez, miles, millones de seres desconocidos que sienten lo mismo.
Desconocidos que viven lo mismo.
Conocidos que no cuentan lo mismo, pero que viven antes, durante, o después algo parecido que no quieren contar.
Tiempos de gritos silenciados, de verborragias internas y reservas expuestas.
Un momento sin tiempo
Un destiempo en su camino
Un momento
El momento.
Autor: Crónicas de una normal inadaptada (13)