Maryclen Stelling.
Cuando pensamos y narramos al país pareciera que nos movemos ineludiblemente en una relación binaria: vida-muerte, violencia-paz. La realidad y la representación mediática levantan preocupantes interrogantes. ¿Es mi país, mi ciudad un ámbito de peligro y desprotección? En tiempos de desbordamiento de la violencia real y de la narrada nos percibimos inermes ante ese escenario abrumador, ¿Sino trágico e inevitable? ¿Habremos desarrollado una suerte de complicidad con la propia violencia?Ante las insuficiencias y debilidades del aparato estatal y el manejo mediático, lentamente se legitima la violencia defensiva, sustentada en la “legítima defensa” que supuestamente respalda a un ciudadano que despliega un comportamiento de agresión defensiva. Por su parte los medios, han asumido roles de de fiscal y juez, constituyéndose en el imaginario colectivo en una suerte de justicieros, que observan y hacen observar estrictamente la justicia.
Conviven en el país las culturas de la violencia, la corrupción y la transgresión. No tenemos claro cual engendra a cual, lo cierto es que autonomizadas, se retroalimentan y nos avasallan. Se han sobrepuesto a la cultura de paz. En sintonía el gobierno convoca la paz y la vida y propone una Ley de Pacificación.
Mario Benedetti en su “Oda a la pacificación” resalta “No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz… y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacificados… cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar… en realidad somos un país tan peculiar que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.”
Más que pacificar es obligante desarrollar una cultura de paz, “valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto de la vida, de la persona humana y de su dignidad, de los derechos humanos; el rechazo de la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de democracia, libertad, justicia, solidaridad, cooperación, pluralismo y tolerancia, así como la comprensión…sin importar sexo, etnia, religión, nacionalidad o cultura.” Se labra la paz desde la educación, ciencia, cultura y comunicación. Cobra ello sentido por cuanto la violencia cultural, que se expresa en el lenguaje, arte, ciencia, leyes, educación, medios, cumple la función de legitimar otras expresiones de violencia.