Ser un buen comunicador no solo es importante cuando das un discurso o una conferencia. Lo es también en una reunión con tus empleados, en una entrevista personal, en un evento social e incluso en un encuentro familiar.
A través de la comunicación expresamos lo que somos, así como nuestra actitud ante las cosas y ante los demás. El contenido de nuestras intervenciones es tan importante como la forma de transmitirlo y los gestos que utilizamos.
La seguridad en uno mismo y el carisma también pueden potenciarse a través de la comunicación oral. Toma nota de algunos consejos muy útiles para transmitir liderazgo en un discurso.
Un buen líder…
…habla a la velocidad adecuada y sabe usar bien los silencios
Hablar demasiado rápido transmite nerviosismo y hace que algunos conceptos se pierdan porque el oyente no puede asimilarlos. Hacerlo demasiado despacio, tardando en acabar las frases o incluso dejando algunas incompletas, da sensación de inseguridad y falta de preparación. Un buen líder sabe encontrar el término medio. Habla despacio pero con firmeza y no llena sus silencios con expresiones dubitativas. Los utiliza a su favor: para intrigar, para fijar una idea en el público, etc. El resultado es un discurso natural y que no recargue la mente del oyente.
…adapta su vocabulario a la situación y a la audiencia
No intenta demostrar cuántos conocimientos técnicos o culturales tiene, salvo que el tipo de reunión así lo requiera. Transmite el mensaje de forma comprensible para el interlocutor. El abuso de frases subordinadas y construcciones demasiado complicadas esconde, a menudo, una inseguridad hacia el mensaje que se transmite. Es mejor utilizar un lenguaje culto y preciso pero sencillo, de frases cortas. Y, por supuesto, hay que huir de las muletillas.
…no se pone a la defensiva
Ante una pregunta capciosa, no se pone nervioso. Piensa antes de contestar impulsivamente y responde de una forma conciliadora y prudente.
…sabe improvisar
Ante un imprevisto (un fallo técnico, una persona que llega tarde…) sabe mantener la calma y transmitir tranquilidad a los demás, pide disculpas si es necesario, continua con su discurso o busca recursos para solucionar lo acontecido.
…cuando no sabe algo, lo admite.
No intenta ocultar su ignorancia tras un montón de palabrería. Manifiesta su interés en informarse sobre ese tema o su voluntad de investigarlo. Ofrece los datos parciales de los que dispone. No intenta cambiar de tema o llevar la respuesta a su terreno.
…no pierde tiempo con obviedades y tópicos
No rellena su discurso con datos conocidos por todos, con frases hechas o con tópicos. Se centra en la información diferente, relevante y de interés para su interlocutor. Se sale del área de confort de la información generalmente aceptada.
…sabe escuchar
No se limita a asentir con la cabeza mientras prepara mentalmente lo siguiente que va a decir. No se pone nervioso esperando a que su interlocutor termine su intervención. Realmente lo escucha y varía y enriquece su discurso en función de la nueva información recibida.
…estructura bien su mensaje
Sabe detectar la idea principal y las secundarias y cuida que estas queden claras para los oyentes. Repite conceptos si es necesario. Al principio de su discurso, introduce lo que va a decir y, si es necesario, hace una estimación de su duración. Cuando termina de exponer su mensaje, hace un resumen del mismo para afianzarlo en la mente del espectador.
…es un experto en comunicación no verbal
Mira a su audiencia a los ojos. No fija su mirada solo en una persona o en un lado de la sala. No gesticula demasiado, pero utiliza las manos de una forma sutil que enriquece su discurso. Mantiene un gesto amable en su cara y su actitud corporal es relajada y firme.
…se apoya en material pertinente
Si utiliza algún tipo de material adicional para apoyar su discurso (por ejemplo, diapositivas, vídeos o paneles) este es pertinente y está muy preparado, tanto estéticamente como en lo que se refiere al contenido. Estos apoyos son accesorios y nunca tienen una duración excesiva.
…no se toma confianzas
Aunque su lenguaje es sencillo, no es vulgar. No usa lenguaje ofensivo ni palabras malsonantes, ni siquiera para intentar conectar con su público más joven. Se puede ser cercano sin llegar a eso. Y, por supuesto, no hace comentarios sexistas, racistas ni denigrantes.
…sabe mantener la atención de la audiencia
Empieza su discurso con un “gancho” llamativo, y periódicamente renueva el interés de los oyentes con nuevos recursos: preguntas, frases de interés, cambios de rumbo, anécdotas, ejemplos, descripciones visuales, recursos gráficos…
Muchas de estas habilidades de comunicación oral, expuestas tantas veces en tratados y cursos sobre cómo hablar en público, se desprenden del sentido común. A pesar de eso, su puesta en marcha simultánea es una destreza al alcance de muy pocos. Para conseguirlo, hace falta interiorizar estas técnicas de manera que salgan de forma automática y sea posible, así, centrarse en el contenido del mensaje.
Escrito por Isabel Garzo