Demasiado gesticulaba el encargado, que luego resultó ser el dueño, con unos y con otros para cosa buena. Un hombre de color, con acento francés. Yo me había enamorado del sitio la noche anterior en que decidí acercarme horas más tarde a desayunar. Pese a todo, y siguiendo mis manías más tremendas, ninguno de los desayunos de la carta me satisfizo y tuve que proponerle a la camarera un cambio, como un reto o una alteración del guión.
«¿Y si en lugar de la tostada o el croissant me tomo este pastel de aquí?», «sin problema señor, quiero que sepa además que lo estamos incorporando hoy a nuestros productos», «pues qué honor». Me recordaba a un pastel típico de mi tierra, del norte, pero el relleno fue distinto y no me convenció, es lo que tienen los caprichos. Pasé un buen rato allí, hojeando el periódico, al resto de los clientes y a una camarera que más parecía una modelo de pantalones vaqueros, de aquellos concretamente, o de lo que ella quisiera. En momentos así me gustaría contemplarme desde fuera para comprobar que es cierto que miro tan respetuosamente como pretendo.Y escribí en el facebook, «Aquí el desayuno es continental, pero la camarera es buffet libre de fantasías.»Llegó el momento de pagar y el susto fue morrocotudo, pues me cobraron el pastel aparte y cada una de las cosas que tomé; el zumo por un lado, por otro el café. De un desayuno de dos euros y pico pasamos a 5,90. Una cosa desproporcionada. Puse mala cara y me quejé de lo abusivo del precio y de que no me hubiesen prevenido de lo importante que podía llegar a ser la diferencia.La culpa fue bastante mía, que es lo que quiero enfatizar hoy aquí. Si te sales del menú: o asumes la posibles consecuencias o las pactas antes. Salí de allí molesto. Pero volví poco antes de comer para comentarlo con el dueño. Estaban cerrando, aún así me atendió amablemente. Entendió mi disgusto, me pidió disculpas por no haber sido atendido como ellos quieren; llevan poco tiempo allí, con personal inexperto. Y me propuso pasar por la tarde para invitarme a un café y una sorpresa.Qué amable, pensé. Ya no pude volver por la tarde, pero valoro su reacción. Somos personas, personas maniáticas a veces, como yo. Si un local llega a detectarte y tratarte como tú quieres, la satisfacción tampoco será estándar, sino auténtica satisfacción.