Se ha cerrado uno de los capítulos más oscuros de nuestra democracia. Desde hoy, está abierta la puerta del escarnio, de la desvergüenza y de la ignominia en el parlamento. Los grupos que componen el gobierno, Unidas Podemos y PSOE se han puesto al servicio del PP al aprobar el nombramiento de ciertos personajes de la justicia para el Tribunal Constitucional. Con la excusa de que abre la posibilidad –ya lo veremos y de qué manera-- de renovar el CGPJ, esta izquierda timorata se ha bajado los pantalones y ha aceptado lo inaceptable.
Una mafia que ha secuestrado el parlamento y que pretende alejarlo de los principios elementales democráticos, introduciendo miembros impresentables en las instituciones del Estado, en los entes judiciales que comandan ese poder.
Y es que es insoportable el olor. La pérdida de la mínima vergüenza hace que la gran mayoría de nuestros representantes se hayan unido para socavar nuestros principios democráticos. Y así, han sido capaces de votar la miseria y la corrupción al apoyar a personajes nefastos que se benefician de esas instituciones para sus propios fines y los de su partido.
No es lícito, bajo ningún concepto, llegar al extremo que están llegando. Es verdad que no me extraña nada en el PP –que ha ganado la guerra al proponer e introducir en el Tribunal Constitucional gente impropia y nefasta, pero de su cuerda--, pues ya sabemos cómo actúa y el nivel bajo que tiene del concepto honestidad. Tampoco me extraña mucho en el PSOE, capaz de cualquier cosa por mantener, a cualquier precio, un acuerdo con el PP, para que de forma conchabada se sigan beneficiando de estos y otros nombramientos y ventajas. Sí que es preocupante y lamentablemente más grave para mí, que Unidas Podemos se haya aliado con estos dos partidos paren a obtener quién sabe qué y olvidarse de la ética, dejando una lacra que le nomina, al igual que a los otros dos, como partido oportunista y tramposo.
Hay quien dice que para gobernar hay que tragarse algún sapo. Sin duda, es verdad, pero el caso que nos ocupa es más un dinosaurio que un sapo, lo que hay que tragarse. Y digo dinosaurio no sólo por el tamaño de la tropelía, también porque representa un acto más propio del paleolítico que de la época actual.
Los que me conocen saben cuál ha sido mi trayectoria y cuánto me cuesta tomar esta decisión. Dejo de ser militante de Izquierda Unida, venía haciéndolo desde 1987, habiendo sido coordinador de este grupo cuando alcanzamos la alcaldía de Rivas, por primera vez, allá por 1991, hace treinta años. Es verdad que hoy mi actividad es mínima pero también es cierto que me cuesta tomar esta decisión porque han sido muchos años y mucho mi apego y cariño a esta formación. Sin duda, prefiero que me dé vergüenza ajena a que sea propia.
A pesar de reconocer que se han conseguido algunas cuestiones importantes en esta legislatura, siempre menos de lo que se espera, no quiero ser cómplice de este atraco a la Justicia, del que sin duda, la izquierda se lamentará cada vez que actúe el Constitucional.
En fin, quiero hacer pública mi protesta de la forma más clara y contundente que puedo, a pesar del alto precio que me impongo. Yo seguiré, mientras el cuerpo aguante, con mi ideología, eso sí, sin que nadie espere que haga trágalas de esta magnitud, por lo que creo que no puedo ni debo permanecer más, después de lo ocurrido. Lo que no quita que desee lo mejor a la izquierda, a la que, a pesar de todo, pertenezco y deseo que vuelva a la cordura.
Salud y República