Revista Cultura y Ocio

Detalles

Por Aceituno
Madrid, julio de 2015. Fotógrafo: Daniel Ramos. Madrid, julio de 2015. Fotógrafo: Daniel Ramos. Madrid, julio de 2015. Fotógrafo: Daniel Ramos. Madrid, julio de 2015. Fotógrafo: Daniel Ramos.

Los detalles son importantes por sí mismos, no es que siempre nos sirvan para comprender más profundamente el plano general sino que, en su sencillez llevan implícita su riqueza. Madrid está llena de detalles. Bueno, cualquier cosa grande viva está llena de detalles. Solo hay que saber verlos. Las personas también entramos en la categoría de cosas grandes vivas, así que sí: estamos llenas de detalles.

Lo que pasa es que no siempre es fácil darse cuenta de dónde están. Por eso son detalles, porque suelen pasar desapercibidos incluso a quien los busca. En ocasiones puede que aparezcan más rápido por casualidad que buscándolos. A raíz de mi enfermedad me he ido dando cuenta de muchos más detalles de mi vida y los he ido teniendo en cuenta, cosa que antes no hacía en parte por prisas pero, sobre todo, por miedo.

Sí, por miedo. Miedo a descubrir lo que no debo y a que la verdad no fuese la que yo esperaba. Miedo a que los detalles me revelasen un yo feo y destructivo, poco humano, avaricioso, egoísta o torpe. Miedo a sentirme mal conmigo mismo después de una reflexión a duo con mi otro yo. Miedo a no saber salir del laberinto que se me hubiese planteado si hubiera tenido que corregir el rumbo de forma tan radical. Miedo al qué hubieran dicho al tener que dar explicaciones a mi gente y aguantar el chaparrón con una valentía y una entereza que, quizás, estaba muy lejos de sentir. Miedo a la posibilidad de considerar mi vida como un tiempo perdido imposible de recuperar. Miedo del espejo y del horrible reflejo que pudiese encontrar en él. Miedo a sentir miedo del amor, la única cosa pura de verdad que me iba quedando y miedo a estropearlo por culpa de todos los demás miedos.

En cambio ahora no es que no tenga miedos sino que los he cambiado por otros más concretos. Por lo general los miedos de antes eran miedos vacíos, miedos de nada producidos por nada, por inseguridades y complejos varios. Esos son los miedos que tiene la mayoría de la gente hasta que sucede algo que sí es aterrador y entonces nos damos cuenta de lo bobalicones que eran todas esas patrañas que sentíamos a las que, inocentemente, llamábamos miedo. Porque, por muchos miedos que tengas, no hay nada comparable al que vas a sentir cuando el banco te entregue la última carta de desahucio, o cuando tu médico te confirme su terrible diagnóstico, o cuando la Guardia Civil te notifique la noticia del accidente de tráfico.

Entonces sí que te vas a cagar de miedo.

La parte buena es que, a partir de ahí, podrás estar mucho más atento a los detalles de tu vida sin preocuparte por nada más que por disfrutarlos. Eso es lo que me sucede a mí. Ahora me parece que estoy más despierto a pesar de toda la droga que tomo y veo detalles en mi chica que antes se me hubiesen pasado desapercibidos como miradas, pequeños gestos, sutiles movimientos… todo un universo nuevo que hace que esté más enamorado que nunca.

Y todo ello gracias a haber perdido los miedos tontos a las cosas tontas. Ahora solo tengo miedos enormes a cosas enormes, pero eso es ya otro cantar.

El cantar de hoy termina disfrutando de los gestos de mi chica y del amor que nos tenemos. Nada de miedos. Solo el uno con el otro y el otro con el uno. Como siempre hemos soñado.


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